En la eventualidad de un acuerdo electoral entre los partidos Reformista Social Cristiano (PRSC) y Revolucionario Moderno (PRM) personalmente no tengo ninguna duda que quien resulta más beneficiada, a fin de cuentas, es la última de estas agrupaciones.
Por varias razones: Aunque tiene un buen y bien estructurado parque jurásico, cuyos integrantes, como tales, pueden saberselas todas y una más, el PRM no cuenta con un pool de dirigentes con la sabiduría y experiencia como los hay en el PRSC, algunos con master privilegiado en el trabajo del día de las elecciones (dejemóslo así, para no entrar en detalles); y el “perremeísmo”, como partido, no tiene la presencia física real(locales, comités, verdaderos dirigentes no directivos, candidatos para todos los puestos electivos en juego en los comicios y hasta delegados para que “defiendan” en los colegios electorales el voto ese día tan importante de los sufragios), incluido el accesorio del id de su candidato presidencial, mi buen y mejor amigo Luis Abinader, y no cubre toda la geografía dominicana, lo que no se consigue de la noche a la mañana, y es elemento básico –casi indispensable- para saborear la eventualidad del triunfo en las urnas. Esto solo para citar dos aspectos.
Ahora bien, en honor a la verdad hay que señalar que, talvez y sin talvez, por estas mismas y otras razones, solo con el PRM podría el PRSC conseguir un número mayor de candidatos nominados (que no es lo mismo que decir candidatos victoriosos), porque en los vagones del tren peledeísta no es cierto que hay cupo para esos aspirantes reformistas, muchos de los cuales en rol de candidatos son políticamente una especie de fósiles, tratables con carbono 14, en el corazón y ascendencia de los electores, claro está, con las naturales excepciones. Lo que este acuerdo sí sellaría, definitivamente, es la división interna del reformismo, por cuanto es una realidad que no todos allí están en la disposición de lanzarse a una aventura, soltando amarras y embarcándose en una travesía de dudosa ruta, sin destino claro para atracar y con las naves deterioradas. Sin embargo, ¡allá ellos… !