En el año 60 a.c se constituyó el primer triunvirato en Roma, constituido por Julio César, Pompeyo el Magno y Marco Lucinio Craso, el cual unificó tres grandes lideres y permitió la reunificación de la República Romana. Al poco tiempo Craso murió en guerra con los partos, lo que dejo la República bajo el liderazgo de Cesar y Pompeyo.
Julio César se concentró en la conquista de las Galias, consolidando la alianza con Pompeyo con el matrimonio de éste con su hija Julia. Por lo que mientras César se dedicaba a consolidar y ampliar su dominio en las Galias, Pompeyo ganaba popularidad entre los conservadores republicanos y el Senado, con su empresa en contra de los esclavos y específicamente en contra de Espartaco.
Instigados por Caton el joven, el Senado declara disuelto el ejercito de César y la conmina a regresar de inmediato a Roma, contando para esto con el apoyo de Pompeyo.
Al regresar de las Galias y cruzar el río Rubicon, Julio César pronuncia su celebre frase Alea iacta est (La suerte está echada), dando con esto inicio a la segunda guerra civil de la República de Roma, que duró del 49 a.c al 45 a.c.
Al entrar a Roma con su ejercito, Julio César es vitoreado por la población, provocando la huida de Pompeyo y posteriormente la estructuración por éste de un poderoso ejercito, que enfrentó a César en Grecia, siendo Pompeyo derrotado en la famosa batalla de Farsalia.
Con los remanentes de su ejercito, diezmado y en desbandada, Pompeyo huyó hacia Egipto perseguido por César, país que se encontraba en guerra entre los hermanos Ptolomeo X111 y Cleopatra. Al llegar a Egipto y solicitar la colaboración de sus gobernantes, Pompeyo es asesinado por orden de Ptolomeo, por el mercenario romano y excenturion, Aquila.
Como una forma de congraciarse con César al llegar éste a Egipto, Ptolomeo lo espera con una bandeja donde se presentaba la cabeza de Pompeyo. Ante este panorama se dice que Julio César estalló en lagrimas, por entender que un cónsul romano con los méritos de Pompeyo no merecía una muerte tan deshonrosa y al mismo tiempo por haber perdido la oportunidad de ofrecerle su perdón.
Luego de este triste acontecimiento, César enfrenta al ejercito de Ptolomeo y los derrota, procediendo a entregarle el poder y la dirección de Egipto a quien luego fue su amante, la hermosa Cleopatra.
Este pasaje histórico nos demuestra lo grande que fue César, su honorabilidad y respeto para quien fue su principal adversario y enemigo político y militar. Pero como César hay que tener capacidad para perdonar y aún más, cuando el adversario tiene el valor y los méritos que adornaban a Pompeyo. Los grandes piensan siempre en grande como César y los mediocres siempre piensan en pequeño como Ptolomeo, por lo que a la hora de hacer cualquier evaluación, esa es y siempre será la diferencia.