He leído en un periódico colombiano la historia de un grupo de jóvenes que han tomado la iniciativa de ser la diferencia en su país y trabajar para que la mayoría de la juventud de dicho país se integré y formen parte de este cambio por y para la paz.
Para nadie es un secreto que el país suramericano es uno de los más violentos del mundo, muchos factores que ya conocemos han desencadenado esto, pero Colombia es un país rico en belleza naturales y de seres humanos extraordinarios; siguiendo los pasos de estos jóvenes que han decidido ser seres de luz, hoy cada vez con más fuerzas me doy cuenta que el mundo no está perdido como muchos que se llaman líderes, lo aseguran.
La paz es una cosa muy compleja de definir: ¿será un sentimiento?, ¿será una sensación? No es sólo la ausencia de guerra, ni es sólo la ausencia de conflicto, porque no es sólo algo que no es. Es más que eso, es un sentimiento, una vivencia muy particular.
Entonces cómo podemos construir la paz, cómo podemos llegar a ser constructores de paz. Lo primero que debemos hacer para construir algo, por ejemplo una casa, es no estarla destruyendo a cada instante, porque si levantas una pared y quiebras tres paredes, esta casa nunca se va a construir. Yo siento que con la paz, como es algo invisible, difícil de percibir, puede ser que se trate de construir en el ámbito político, social o a través de las relaciones en mi trabajo. Pero la paz también se refleja en cómo me trato a mí mismo, cómo reacciono en mi familia cuando las cosas no me gustan, cómo me siento en relación con las cosas que me son difíciles de negociar y de resolver, qué tipo de sentimientos emano hacia mí o hacia los demás.
La paz es algo absoluto por lo que es un tema ilimitado, y siento que cuando uno quiere ser un constructor de paz real, uno tiene que ser muy honesto para ver las actitudes que son congruentes con la paz. Es decir que tengo que fijarme en qué es lo que está destruyendo mi propia paz y qué es lo que está quebrando la paz de los demás.
Una de las cosas que nos hace perder la paz es la intolerancia. Por el contrario, la tolerancia es una actitud que va acompañada de aceptación y adaptación a la realidad, y no de rechazo. Es interesante observar que cada vez que hay sufrimiento es porque hace falta algo de tolerancia. La tolerancia es una cualidad pero también un poder extremadamente beneficioso. Sin embargo, se ha confundido mucho el aguantar con el tolerar, y aguantar nunca es tolerar. Aguantar es justamente perder la paz y tener los dientes apretados para no molestarse, no gritar o no matar. Entonces este tipo de actitud no es tolerancia.
La tolerancia se podría definir como la capacidad de estar tan tranquilo, tan amoroso que sin importar lo que suceda, la persona es capaz de entender, de tener misericordia y compasión. Uno es aquél que es capaz de aceptar al otro, de escuchar al otro, entenderlo, con mucha paciencia, mucho amor, sin perder la paz.
Si tolero internamente no sufro y además no doy sufrimiento. Si yo te estoy aguantando te puedo dar sufrimiento en cualquier momento muy fácilmente.
Cuando uno quiere ser un constructor de paz tiene que estar muy atento a no destruir lo que quiere crear. Por ello, uno de los ingredientes de mayor importancia es el auto respeto.
Si perdemos el auto respeto no podemos estar en paz: si yo no me quiero, no me estimo, no me amo, no puedo estar en paz. Más bien el sentimiento que se tiene es un cierto dolor, un sentimiento de disconformidad y rechazo a sí mismo.
Cuando uno no tiene autorrespeto uno siente que va a tener que presionar, que debe hacer muchas cosas para que los demás lo amen, o hacer cosas para impresionar, una compulsión para ganarse el respeto de los demás.
Uno es un ser que tiene la capacidad de estar en paz, de sentir amor, de ser feliz, pero si yo mismo pierdo estas tres cosas, estoy siendo violento conmigo mismo porque estoy desaprovechando la experiencia más pura y más bonita que puedo tener, es decir que yo en aquel momento no estoy respetándome. Si, por ejemplo, a pesar de tener otras opciones, una madre le da basura de la calle a su niño; el pensamiento sería: ¡qué tipo de madre es esta!, sin embargo, de dónde recogemos lo que le damos a nuestra mente para que se alimente: de las críticas, miedos, pensamientos desagradables.
Para terminar digo lo siguiente: Si algunos queremos ser constructores de paz es porque, justamente, somos aún más sensibles ante la importancia que tiene la paz. Se tiene el sentimiento de que la paz es como el aire: invisible, sin color, sin peso, sin gusto, y sin embargo, no puede faltar pues sin ella no es posible vivir, sino solamente sobrevivir.