Fresca aún permanace en mi memoria aquella soleada tarde de julio del 2005 cuando acudí al entonces Shea Stadium a la presentación ante la prensa del entonces prospecto Fernando Martínez. Los Mets de Nueva York lo presentaron como su nueva gema firmada en República Dominicana.
Con 6’1” de estatura y 210 libras de pesos lucía imponente practicando en los jardines del estadio de Flushing junto a Carlos Delgado, Carlos Beltrán y otras estrellas que tenían los Mets en su roster.
Se ufanaban de que era el mejor prospecto de su finca y todo el beisbol. Incluso lo ubicaron por encima de Carlos Gómez, otro de sus grandes prospectos, firmado con un monto parecido en el 2002, y con la etiqueta de “que no podían fallar”. Eran considerados los mejores prospectos de la organización.
Y no era menos, los Mets, con su entonces gerente general Omar Minaya a la cabeza, acababan de pagar $1.4 millones de dólares por la firma del novicio. “Lo que vimos en él fue un chico de apenas 16 años, con el poder, gran capacidad y gran carácter, por encima de todo lo demás”, dijo entonces sobre Martínez el ejecutivo dominicano.
De inmediato el “nuevo diamante” ocupó grandes titulares en la prensa neoyorquina. Hasta le dieron el mote de Mr. Swing, por la elegancia en su bateo, y ya en su primera temperada en el beisbol organizado era colocado como el prospecto No. 1 de todo el beisbol por la revista “Baseball America”. Fue en el 2007 y lo mismo sucedió en el 2008. En ambas temporadas acudió al juego de Futuras Estrellas. El recelo de los Mets por su “joya” crecía cada día, mientras la aureola de Carlos Gómez se iba desvaneciendo.
Vinieron las necesidades del equipo y por ende los cambios. Los Mets le echaron el ojo al lanzador Johan Santana, y los Mellizos de Minnesota pidieron a cambio a ambos prospectos. La organización se aferró a “F-Mart”, dijo que era innegociable, y optó por ceder a Gómez.
Irónicamente, a partir de esa temporada comenzó el descenso del riosanjuanero. En el 2009 ya había sido bajado al puesto 10 entre todos los prospectos, y en el 2010 estaba en el 73. A pesar de eso, su organización lo seguía viendo como su estrella del jardín central. Tras un desempeño aceptable (.291 y 8 jonrones en 42 juegos) jugando en Búfalo, sucursal AAA de los Mets, lo subieron al equipo grande y fue toda decepción. Bateó para apenas .167 en 18 turnos, con 5 ponches.
Muchos le echaron la culpa a la poca oportunidad que tuvo y a las lesiones que le han aquejado toda su carrera.
Pero mientras la carrera de Carlos Gómez iba en ascenso al ser cambiado a los Cerveceros de Milwaukee, algo no andaba bien con F-Mart. El riosanjuanero era llevado con mucho recelo por la directiva de Los Mets, y no le daban permiso para jugar beisbol invernal, impidiendo su desarrollo y dando más tiempo a su mente para distracciones y cherchas lejos del ambiente beisbolero.
Vinieron los entrenamientos del 2011 y el riosanjuanero por fin mostró algo de lo que se había proyectado. Muchos pensaban que, ya sin Carlos Beltrán, los Mets abrirían con él en los jardines, pero 24 horas antes del día inaugural recibió la decepcionante noticia de que sería bajado a Tripe A. Otro fallido intento a mediados de temporada en el equipo grande con promedio de .227 en 22 turnos con 7 ponches colmó la paciencia del equipo de Queens, y en enero del 2012 fue cambiado a Houston.
Aquí se pensó que al fin se establecería en Grandes Ligas. Pero no, ahí tampoco cuajó, en 118 turnos apenas pudo conectar 28 hits con 34 ponches, para un promedio de .237. Y fue devuelto lesionado a las menores.
De ahí en adelante todo ha sido sinsabores para el nacido en Río San Juan. El otro intento fallido en el 2013 fue la gota que colmó la copa. Fue cesanteado, aunque luego reclutado por los Yankees, que lo asignó a las menores.
Aquí vino lo peor. El 5 de agosto de ese mismo 2013 fue suspendido 50 partidos por su vinculación a la clínica Biogénesis y el uso de esteroides. Fue su panegírico.
Para colmo, su equipo en el beisbol local, los Leones del Escogido, una organización de tradición y gran proyección en la capital, también se cansó de esperar y hace unos días lo cambió a la pequeña y opaca franquicia de las Estrellas Orientales en San Pedro de Macorís. Ni siquiera tuvo la dicha de ser canjeado al equipo que siempre dijo le gustaría jugar, las Aguilas Cibaeñas.
Hoy día, supimos, anda buscando trabajo en la Liga Mexicana, sin haber conseguido nada hasta ahora. Eso solo muestra una realidad, su estrella se encuentra al borde del ocaso, y posiblemente en días no muy lejanos lo veamos desandando las calles de Río San Juan mostrando lo poco que logró en un deporte en el cual le auguraban grandes éxitos.