Los acontecimientos ocurridos en el Municipio de Las Terrenas, perteneciente a la Provincia de Samaná, que provocaron dos muertos, varios heridos, daños importantes a propiedades, vehículos y al medio ambiente, son hechos que deben motivar a la reflexión, ya que sus efectos son intangibles, al tratarse de una zona eminentemente turística.
En principio no vamos a partir para hacer nuestro planteamiento, de si la protesta era justificada o no, sino del mecanismo utilizado para alcanzar los objetivos, en contra de la compañía privada que maneja la electricidad en ese Municipio.
Por la experiencia que se tienen en este tipo de disturbios, en la mayoría de los casos son patrocinados por sectores que entienden se benefician de esos movimientos, por lo que proceden a su financiamiento para que los huelguistas compren combustible, grapas, alcohol y hasta drogas, lo cual no es un secreto para nadie.
Hemos venido observando como estos movimientos de protestas se han venido desvirtuando a unos niveles, que se han convertido en campos de batalla, donde se utilizan hasta armas de guerra para enfrentar las fuerzas del orden, se agreden a los ciudadanos, obligándolos a cerrar los negocios, se queman y destruyen vehículos, se crean peajes improvisados, se daña el asfalto, se agrede el medio ambiente cortando arboles milenarios. Según los informes, uno de las muertes fue causado por el derribamiento de un árbol que le cayó encima.
Todos nos hacemos la pregunta, en qué beneficia a la población estos disturbios callejeros, cuando los resultados siempre son de muertes, heridos, destrucción de la propiedad privada y daño al medio ambiente, entiendo que en nada puede beneficiar, por lo que en estos tiempos modernos, el procedimiento más ajustado a la realidad, para lograr reivindicaciones y objetivos, es el del dialogo, la concertación y los acuerdos de consenso.
En nuestra sociedad hay personas que se quedan anclados en el tiempo, que tienen una mentalidad tremendista, que no creen en el dialogo, sino en el chantaje, la presión y la violencia, mentalidades desfasadas, que son fácilmente influenciables y manejadas en determinados momentos por sectores que entienden que esos actos vandálicos le favorecen para obtener objetivos particulares.
Con esto no estamos negando que en muchos casos las fuerzas del orden se extralimitan, adoptando posturas represivas, cuando tienen todas las posibilidades de controlar la situación sin asumir esas actitudes arbitrarias, pero su escaso nivel educativo y desconocimiento de técnicas modernas anti-motines, los llevan a cometer crímenes, que en muchos casos se pueden evitar.
Pero en este caso de las Terrenas, lo más delicado es que estamos hablando de una zona turística, que vive fundamentalmente de los dólares que estos generan en las diversas actividades de la población, lo que inevitablemente podría propiciar que esos turistas decidan abandonar el lugar e irse a otros territorios más tranquilos y seguros para ellos y su familia. En estos lugares turísticos es sumamente peligroso adoptar este esquema de protestas, pues en el mundo hay demasiados lugares seguros, para estar en alguno que no garantice la más mínima posibilidad de desarrollar una vida normal.
En nuestro país hay varias comunidades que regularmente provocan protestas, huelgas y disturbios callejeros, pero ninguna son zonas turísticas, por lo que sus habitantes tienen que quedarse viviendo en ellas, aún viendo como sus propiedades van perdiendo plusvalía y el comercio ve disminuir sus operaciones comerciales.
Estos pueblos de la costa norte debemos cuidarlos, preservarlos y mantenerlos en unas condiciones de competitividad, que permita atraer al turista, que no solo busca hermosas playas, sino también un lugar donde vivir sin el temor de que en cualquier momento pueda ser agredido por desaprensivos,, que se cobijan bajo el amparo de luchas reivindicativas.
Hoy es Las Terrenas, mañana puede ser Samaná, Cabrera, Río San Juan, Cabarete, Sosúa, etc, que se encuentren con una situación como ésta, en el ojo del huracán, prácticamente en estado de sitio, por lo que cada uno de los habitantes de esas comunidades deben estar alerta para defender sus intereses, proteger su presente y su futuro, rechazando este tipo de disturbios violentos, que no aporta nada positivo, buscando en cambio, en cualquier circunstancia, el método más idóneo y civilizado, que es el dialogo, la concertación y los acuerdos de consenso, para lograr vivir en un ambiente de paz y tranquilidad.