En mi trajinar por todo el país y visitando muchos pueblos y campos, siempre cuestiono a los amigos, y a los no amigos, sobre cómo está la situación, tanto en lo económico como en lo político.
Normalmente, y aun estén en buena situación, el dominicano nunca lo dice y prefiere comenzar a divagar sobre el circulante, el problema en Ucrania o la delincuencia, con tal de hacer saber que la cosa no está buena.
En lo que si la mayoría concuerda es en que las autoridades de esos municipios no le dan solución a los múltiples problemas que enfrentan, tanto a nivel de alcaldías como de gobierno central. Se sienten abandonados por quienes ellos eligieron, no importa el partido que fuera.
Desde Pimentel hasta Restauración o desde Río San Juan hasta Maimón, el grito es el mismo, seguimos transitando el viejo camino de los ofrecimientos electoreros y el incumplimiento de tales. Por más que el presidente se esfuerza en llevar bienestar a las comunidades, los funcionarios que deben ejecutar esas acciones, cuando no hacen oídos sordos ejecutan sólo a medias, haciendo que su jefe superior quede mal, y aunque mantenga una tasa de aceptación increíble, hay quienes hacen lo indecible por hacerlo fracasar.
Los municipios, sobre todo los pequeños, sufren la misma desidia; son problemas comunes pero ameritan soluciones individuales.