En la espesura de un bosque vemos árboles de diversos tamaños, pero todos tienen un solo fin, perseguir la luz del sol y crecer.
Algunos crecerán bien alto, como el caso de una ceiba o un samán, otros tendrán un tamaño mediano, como el aguacate o la naranja, y otros se cobijarán sobre la sombra de estos mencionados, quedando como arbustos pero sirviendo también a la naturaleza, dando sus frutos o sirviendo de alimento para que otros seres puedan crecer.
En política se da este mismo fenómeno, cada persona busca su crecimiento dentro de este bosque humano y disímil lleno a veces de zancadillas y mala fe, pero siempre con el objetivo supremo de crecer, porque como decía Sigmund Freud, una de las cosas por la que el hombre vive es el deseo de ser importante, además de otras.
Como en el bosque hay árboles que se toman un gran espacio y no dejan crecer nada bajo ellos (el pino por ejemplo), también el espacio político debe ser ganado batallando contra algunos que desean que el sol sólo ilumine para ellos, y consciente o inconscientemente tronchan el crecimiento de los que van subiendo, y estos deben luchar para conseguir un poco de sol que los mantenga con vida y crecer, crecer que es el fin supremo del individuo.
Los que podemos aportar para que en nuestro país no vuelva el atraso, la vergüenza de estar mal representados, la chabacanería, el despotismo (y no ilustrado), la impunidad y el relajo politiquero, debemos hacerlo, no importa desde cual litoral, porque al final los frutos a cosechar van a un solo envase, el envase del cambio seguro y no de la reversa.
Los votos que yo pueda aportar a Danilo Medina los buscaré en cualquier rincón en que se encuentren, porque no importa si están en La Vega, Dajabón o El Morrito de Río San Juan, son votos para nuestro candidato, si los conquisto desde un movimiento de apoyo o de un partido aliado o desde el mismo partido principal no son votos míos, son votos de Danilo para ganar y después veremos cómo se reparte el premio, pero primero hay que sacárselo.