Hoy es un día especial en nuestro país, donde los feligreses rinden culto a la Virgen de la Altagracia, por lo que por su carácter religioso es declarado festivo y miles de personas viajan hacia la Provincia la Altagracia para renovar su espiritualidad y expresar su devoción por el creador.
En este momento que por esa circunstancia disfrutamos de la tranquilidad de nuestro hogar, sentí cierta motivación por la filosofía y me vinieron a la mente algunos pasajes de la antigua Grecia y en especial por un filósofo, que pese a no dejar ningún legado por escrito, fue alguien muy respetado y venerado por sus contemporáneos, discípulo de Antistenes el último pupilo de Sócrates, nacido en la Colonia Griega de Sinope en el 412 A.C. Me refiero a Diógenes el Cínico, quien murió en Corinto a muy avanzada edad.
Se dice que Diógenes superó a su maestro y que marchó hacia Atenas con un discípulo, Menes, quien luego lo abandonó, por lo que su respuesta ante esta situación, fue la de decir, que si Menes podía vivir sin Diógenes, él también podía vivir sin Menes. Según los datos que se tienen sobre este personaje, se dice que vivía en una Tinaja y que no tenía más pertenencia que una manta y un cuenco, caracterizándose por llevar una vida libre, sin bienes, pero con una gran paz, tranquilidad, felicidad y sabiduría.
Cuentan que en una ocasión, Alejandro Magno intrigado por las informaciones que le llegaban sobre Diógenes, fue a visitarlo en un momento que estaba en el río, desnudo y en una mañana soleada. Cuando Alejandro llegó le dijo, soy Alejandro el grande y este le contesto y yo soy Diógenes el Cínico; por lo que éste al ver a Diógenes con un hermoso cuerpo y más de 80 años de edad le dijo, "Que quieres, puedo darte lo que pidas", a lo que el viejo filósofo contestó, " Si, que te apartes, que me estás tapando el sol". Pueden imaginarse la reacción de los acompañantes de Alejandro, pero según dicen las palabras que pronunció Alejandro fueron las siguientes: " Si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes".
Antes de marcharse Alejandro le dijo, voy a conquistar la India y luego descansaré, a lo que Diógenes le dijo, bueno yo estoy descansando y no he conquistado nada, ojalá tengas la oportunidad de hacerlo y no mueras antes de lograrlo. Se dice que Alejandro reflexionó mucho sobre esto, pero nunca pudo hacerlo, pues murió siendo muy joven antes de llegar a su pueblo y donde su madre que lo esperaba. Por esta conversación es que el Magno instruyó a sus asesores para que cuando murieran lo llevaran en la caja con las manos fuera, para que así todos vieran que el conquistador del mundo, el grande, el rey de reyes, al morir se iba con las manos vacías.
Entre las pertenencias de Diógenes estaba una lámpara, con la cual salía en el día por todo el pueblo para ver si encontraba un hombre real, auténtico, lo cual nunca logró, pero decía que esto fue una gran experiencia, pues aunque no encontró esa persona, si encontró muchos corruptos, hipócritas, mentirosos, farsantes y amantes del poder.
Aunque estoy en filosofía, se dice que la política está inspirada en la filosofía y ésta a la vez en la política, por lo que voy a citar dos grandes políticos, antes de volver hacia Diógenes. Primero comenzaré con Platón, quien dijo en su obra la República: " Un gobierno justo debería estar en manos de personas con la virtud de la sabiduría. Los intereses de la mayoría deberían ser considerados más importantes que los individuales". El segundo que me referiré es a Confucio, que dijo: "La sociedad no podía conseguir armonía política o civil hasta que su pueblo consiguiera armonía moral en su interior".
Ahora vamos a colocarnos en el contexto de estos mensajes y vamos a ubicar un gobernante local de un Municipio cualquiera, que en sus gestiones al frente de es municipalidad, lo haya hecho amparado en principios individuales, particulares, negando el criterio de trabajar para las mayorías y manejando esa institución como una propiedad privada, pisoteando la institucionalidad y disolviendo las reglas, los procedimientos y convirtiendo a sus ediles en cómplices de esas acciones que vulneran el más elemental de los criterios éticos y normas procedimentales.
Si lográsemos resucitar a Diógenes y traerlo de vuelta con su lámpara, en esta ocasión no para buscar un hombre auténtico, sino una razón para que esa persona siga al frente de ese gobierno local, estoy seguro que tendría que recorrerlo de palmo a palmo sin encontrar esa razón, teniendo al final que ir a la misma sede de esa institución para ver si logra ubicar a alguien que encuentre esa buscada y anhelada razón positiva.