RIO SAN JUAN.- Contar hasta cien es una tarea ardua, ya sea en monedas, papeles, cosas y cien mil objetos más, pero contar las vivencias de un siglo de vida es una misión aún más extensa. Y es que son 36,500 días, equivalentes a 876,000 horas; o sea, 52 millones 560 mil minutos de vivencias y anecdotas para relatar.
Es el caso de Don Inocencio Vargas Herrera, quien hoy 28 de diciembre arriba a sus 100 años de vida llenos de energía y agradecimiento al Todopoderoso por haberle permitido conocer dos siglos diferentes de un mundo que ha evolucionado enormemente en su trayectoria del privitivismo hasta la avanzada tecnología digital que hoy reina el Siglo 21 en el mundo.
Don Inocencio nació un día 28 de diciembre del año 1924 en la comunidad El Anón del municipio de Gaspar Hernández. Es el mayor de 6 hijos procreados por los señores Magdaleno Vargas Arvelo y Justa Herrera Camacho. Esta realidad de ser primerizo le obligó a desarrollar un liderazgo familiar ya que, al ser una familia de escasos recursos económicos, su padre tuvo que dedicarse por entero a las labores agrícolas para el sustento de su familia, y las diligencias de compra y venta al pueblo eran realizadas por el hijo mayor.
Su trayectoria
Al cumplir la mayoría de edad Don Inocencio fue orientado por sus padres y otros parientes para abrirse paso y emprender nuevos horizontes. Es así como en 1944 llegó a la comunidad de Tres Ceibas y luego a Puerca Gorda, donde se radicó para desmontar y cultivar terrenos que todavía hoy están en manos de la familia.
El día 18 de marzo del año 1946 contrajo matrimonio con Jacoba de Sena Ceballos, hija de los señores Ramón de Sena y María Sención Ceballos. Luego, en el mes de abril del año 1948, bajo la predicación de los hermanos Ramón María Tineo y Mayia Rosario, conoció a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida, y fue bautizado por el hermano Manuel Medina.
A partir de ese momento, fue instruido en la palabra por los hermanos líderes de la iglesia Templo Bíblico de la comunidad El Guano y por su propia dedicación al estudio de la Biblia, la palabra de Dios. A pesar de las dificultades que tuvo que afrontar, tales como niveles de pobreza, distancia por caminos pedregosos y pantanosos, y transporte a pie o a caballo, se trasladaban a diferentes comunidades como Jobo Claro, El Morrito, La Manteca, Arroyo Sabana, Bobita, La Manigua, entre otras, para llevar el mensaje que había recibido de parte de Dios.
Entre 1966 y principios del 1967, se trasladó junto al hermano Joaquín Parra a la comunidad de Los Cajuiles, donde fundaron la iglesia Templo Bíblico. A su llegada, se dedicó a la compra y venta de ganado, lo que le permitió conocer a muchas personas, a las cuales, antes de hablarles de negocios, les presentaba el mensaje de la palabra de Dios. Hoy, muchas de esas personas y sus descendientes dan testimonio de la seriedad y honestidad con que realizaba dichos negocios. Podemos decir que Don Inocencio, en el tiempo de vida que Dios le ha dado, ha predicado el evangelio con su boca y con el ejemplo, lo que compromete a la familia a imitar ese gran ejemplo.
A pesar de que solo cursó hasta el tercer grado de la educación primaria, desarrolló un dominio amplio de las matemáticas y la lengua española. Esos conocimientos fueron utilizados por él para alfabetizar a cada uno de sus hijos, de manera que, cuando ingresaron a la escuela, sabían leer y escribir, además de las reglas básicas de matemáticas.
Cada uno debía cumplir con las tareas propias del hogar, pero el tiempo de asistir a la escuela y realizar las tareas escolares no se comprometía con nada. Hoy, como resultado de eso, él puede exhibir una familia donde la gran mayoría son profesionales.
En la formación cristiana de sus hijos, se ocupó de que, desde sus primeros pasos, aprendieran textos bíblicos y a orar, de manera que, como padres, cumplieron con su responsabilidad ante Dios de criar a su familia bajo la disciplina y amonestación de la palabra de Dios.
De su matrimonio con Jacoba de Sena Ceballos nacieron nueve hijos: cuatro hombres y cinco mujeres, y de estos nacieron veintiséis nietos, cuarenta y nueve bisnietos y nueve tataranietos.
La mayor preocupación de Don Inocencio ha sido siempre que a su familia no le falte comida, abrigo, una vivienda y cualquier otro bien que contribuyera al desarrollo y bienestar.
En el año 2018, fue reconocido por la comunidad de Los Cajuiles, donde le realizaron un gran homenaje, resaltando sus aportes a la comunidad, tanto cristiana como social. En el 2020, cuando la pandemia cambió el estilo de vida de toda la sociedad, Don Inocencio inició un ministerio familiar, usando las redes sociales como vía para transmitir la palabra de Dios. Cada día graba un mensaje que se divulga a toda la familia.
Los textos bíblicos los narra de memoria, ya que desde hace una década perdió la visión. Sin embargo, producto de su gran dedicación y vocación durante prácticamente toda su vida, ha podido memorizar la gran mayoría de los versículos de la Biblia.
Su principal legado es difundir la palabra de Dios. Hoy, al cumplir un siglo de vida, le podemos decir que celebre alzando una copa y diciendo salud, pues Don Inocencio Vargas Herrera es un ícono entre todos sus conocidos.
Dios bendiga a nuestro tío Inocencio. Gracias a Dios por su vuda
Tengo que honor de conocerle de toda mi vida hoy Día puedo decir que ningún académico tienes la disciplina ni el manejo impecable qué a mantenido El Señor Vargas" Educó una familia de hombres y mujeres laboriosas y honestos profesionales" Bendiciones""