Ser un adulto responsable no es fácil y va mucho más allá de sólo cumplir obligaciones y asumir consecuencias de nuestros actos. Ser responsable es ser valiente ante tribulaciones y retos que se vive. Caer, sufrir y levantarse solo; y a veces levantarse herido y seguir luchando con ánimo, fe y optimismo.
La responsabilidad además de ser un valor humano esencial para nuestra vida, es un ejemplo para el prójimo y crea buenos principios en quien la practica. Nos sacude y despierta de falsas ilusiones que podamos crear y nos muestra la verdadera realidad de la vida.
Nacemos y empezamos desde cero, y poco a poco vamos forjándonos como personas pero también vamos adquiriendo obligaciones que nos sirven para crear habilidades, virtudes y talentos. Y aunque cueste e incomode ser responsable, debemos serlo.
Porque ser responsable no sólo implica cumplir obligaciones y asumir consecuencias que nuestro libre albedrío permite, también es asumir necesidades y sentimientos personales, metas, caídas, triunfos, pensamientos y acciones. Despertar, ver y amar lo que realmente somos, lo que deseamos, lo que tenemos y logramos, incluso valorar capacidades o falencias propias.
Me gustado mucho, la actitud de un compañero de clases quien me ha dicho. Desde éste nuevo año estoy exigiéndome buenos cambios, replanteándome metas y deseos para seguir adelante con lo que quiero de verdad. Reflexionando, meditando, respirando y madurando más; caminando y asumiendo obligaciones que implica ser un adulto responsable. Que aunque me pese y me sienta a veces perdido con situaciones, crisis y problemas que me tambalean y asustan, sigo en la pelea por ser mejor.
No existe ni necesitamos de una edad específica para ser mejores, maduramos al superar decepciones; sin excusas, sin pretextos y aprender de ellos. Sentir el dolor del fracaso, de la traición, de la ingratitud, levantarse con esfuerzo propio y dar la cara al mundo con ánimo, fe en nuestras convicciones y optimismo; levantarnos a pesar del dolor que ésta vida exige y dar pelea para vivir felices. Maduramos con los daños, no con los años.
A veces podemos sentir que el mundo se nos viene encima, al sentirnos derrotados por problemas o desamores; podemos renegar de nuestra vida o desear ya no existir. Pero debemos ser fuertes y dar la pelea, asumir la cruz que implica vivir y perfeccionarnos en ella. Porque hay personas con peores conflictos y salen adelante a pesar de todo. Se transforman en triunfadoras y ejemplo de vida, ellos me dan fuerza para seguir. Estoy descubriendo que la vida bella es, si el lado bueno tú le ves.
Recordemos que madurar también implica dejar personas, dejar el pasado, sacrificar gustos, adquirir conocimiento, cumplir, corregir y enmendar. Exigirse más y volvernos más aptos para sentir e erradicar paz y felicidad.
Nuestro Dios sólo nos da objetivos, metas y pruebas que sí podemos superar, para despertar a la realidad de este mundo desigual.