El juzgado de Paz del Distrito Municipal de Río San Juan, a mediado de la década de 1950, estaba constituido de la siguiente manera:
Juez de Paz: Luis Iturbide, nativo de Samaná. Fiscalizador: Moncito Acosta, cabrereño, hermano de Ana Checo y padre de Inmaculada Acosta Dipp, una de las jóvenes más bonita de Cabrera.
Secretario: Amaury Ventura, vino trasladado a sustituir a Eurípides Brea, gran pelotero, miembro del legendario equipo Dora Sol (Eurípides). Amaury, muy querido en el pueblo, casó con Ana Silvia Fernández, hija del Señor Millo Fernández y Doña Juana.
Alguacil: José López, nativo de Arroyo Sabana , donde fue maestro rural.
Todos eran habitué cada mañana en la cocina de mamá, tomando café, junto con el Dr, Bencosme y Rafael Martínez.
En ese modesto local que estaba ubicado en la calle Sánchez frente al Dr. Bencosme y lateral a los Perozo Alonzo, recuerdo dos casos que me llamaron la atención.
Brugal y Cía. tenía grandes extensiones de tierras ganaderas en los limites de la provincia Duarte con Río San Juan, específicamente en la llamada Loma del Café.
El encargado de esta propiedad realizó un desmonte de unas 200 tareas en la rivera de un arroyo, lo que motivó un sometimiento por el encargado de foresta, antes el juzgado de paz de Río San Juan.
El día de la causa había gran expectación, porque Brugal & Cía. enviaría un abogado para defender a su mayoral.
A eso de las 10 de la mañana llegó al juzgado el Dr. Víctor Almonte Jiménez, consultor jurídico de la casa Brugal. Fue el primer abogado que con su toga y birrete se presentó en el modesto tribunal de Río San Juan.
Al terminar el fiscal su exposición, le tocó el turno al Dr. Almonte, hombre de gran elocuencia e histrionismo, le dijo al juez: este tribunal acusó de daño forestal a Brugal & Cía. y es mi deber informarle que Brugal no posee una sola tarea de tierra en esta ni en ningún otra provincia, a no ser en Puerto Plata, donde están sus oficinas y deposito. Esta demanda debió ser hecha a Brugal Agrícola, la verdadera propietaria de los terrenos en esta demarcación.
En conclusión mi presencia en este honorable tribunal es solo para informarle que su sometimiento fue hecho a la persona equivocada, por lo cual pido el descargo de mi defendido.
Ante este despliegue de sensacionalismo, el juez descargó al empleado que había producido el delito ambiental.
Pasaron los años y me ausenté de Río San Juan para ir a estudiar, primero a Puerto Plata y luego a la universidad en Santo Domingo.
Estando de vacaciones en mi casa ya a mediado de la década del 60, era el juez de paz el Señor Teódulo Díaz Ortiz, oriundo del sur profundo y que llegó trasladado como era lo habitual en esa época, a sustituir al Señor Iturbide. El fiscal de entonces era Juan Mélido Duarte Difó, nativo de San Francisco de Macorís, persona afable que duró varios años en el puesto.
Vale la pena aclarar que en ese entonces, ni el juez ni el fiscalizador eran abogados, sino personas con experiencia en otros tribunales.
El segundo caso que nos ocupa fue la primera vez que un nativo de Río San Juan graduado de abogado, subiera a estrado en el juzgado de paz del pueblo y se trataba del querido y siempre recordado primo Diógenes Checo Alonzo, quien se constituía en abogado defensor de su padre Faustino Checo, acusado de ser el propietario de una vaca que deambulaba en el camino al Caletón y que fue chocada por un vehículo que transitaba de Cabrera a Río San Juan.
Diógenes, con todo el auditorio a su favor por tratarse de un querido hijo del pueblo y con la declaración de dos testigos que aseguraron que la vaca estaba dentro de la propiedad cuando el carro la embistió al perder el control y adentrarse en la finca.
Su padre fue descargado, pero el juez desestimó el pedido de que el conductor pagara la vaca.
Como dato histórico vale la pena señalar que el primer juez de paz que tuvo Río San Juan fue el Señor Juan Adames Balbuena (Juanico Adames), quien sin ningún conocimiento ni experiencia en esos menesteres, juzgaba y fallaba según le dictara su consciencia.
Es memorable el caso de riña juzgado por él, que cuando ambos declararon, los condenó a cada uno a $5.75 de multa, diciéndole a continuación: "si no tienen, búsquenlo prestado y tráiganlo mañana, ustedes saben que con los cuartos de Trujillo no se juega".
Al otro día temprano, estaban los dos condenados esperando que abrieran para pagar.