Hasta hace muy poco, el mangú (palabra que no figura en las enciclopedias ni en los
diccionarios) había sido casi un mal necesario, casi indispensable en la dieta casi diaria de
los dominicanos que casi se alimentan para casi irla pasando. Hasta hace muy poco, el
mangú (insumo digestivo que no ha estado presente, que se sepa, en ninguna de nuestras
gestas) era un hecho exclusivo de nuestra idiosincrasia alimentaria. El mangú se ha
convertido en instrumento de nuestra universalización y un día de estos hasta podría figurar
en el menú del Maxim’s de París bajo el exquisito nombre de souflé aux plataine.
