"¿Que nadie ha hecho una oda al aguacate?”, pregunta mi hija Laura, poeta y aguacatófila como yo,
que llega desde México y lanza estos versos: “¡Oh, aguacate!, verde fruta / que escondes por
modestia / tu dulzura y te dejas salar / y aceitar y majar cual la verdura…! / ¡Oh, aguacate!, quien de
tu carne / hiciere su locura, con pan / con plátano, con yuca o con lechuga. / ¡Oh, aguacate!,
esmeralda del campo / pasión de todo huerto, / prefiérote al tomate y la cebolla / pues ellos, aunque
estén en una olla, / jamás podrán hacer / el milagro que hace contigo la cuchara: / que de probarte
resucita el muerto / aunque el sazón en exceso te salara!”
