Ayer conversé con un viejo. De esos que cuentan aún mosaicos imaginarios en las aceras de
la ciudad vieja. Y empezábamos a dialogar pacientemente sobre las "vertientes
epistemológicas de la conflictualidad epocal". Y empezaba a reír cuando me exhortó a
reconvenir sobre la calidad de los políticos de hoy. Y yo le cité discursos, contradicciones,
paradigmas, propuestas, soluciones históricas, contradicciones de clases. Y nada. El viejo
no cree en nada de eso, porque –me dijo – ningún político vale si no es capaz de inventar
una frase como esta de Trujillo: "Mis mejores amigos son los hombres de trabajo". (No dije
ni una palabra más).
