El despacho ubicado en el piso 12 del Banco Central, al sureste de los elevadores (vista directa al Palacio Nacional, al cielo franco, al mar y su tímido oleaje), tiene como doce metros por cada lado; y una alfombra gruesísima; y unos sillones como para quedarse toda la vida; y una paz que nunca es
rota por ningún fantasma monetarista; y allí se habla en voz baja y se piensa en voz alta, y el café siempre está presto a la hora convenida, y no hay otra soledad que valga tanto… (La única desventaja, que a veces hace un poco pesado el salario, es que ya en ese despacho no cabe ningún sueño, por más que antes lo hayas soñado).
