El emperador romano, César Augusto, se propuso crear una historia que fuera en dos direcciones. La primera era establecer que los romanos descendían de los intrépidos guerreros troyanos, teniendo un origen mítico y la segunda, que justificara la destrucción de Cartago por los romanos, ocurrida en el 146 a.c.
Para llevar a cabo sus propósitos, encargó al historiador Virgilio para esta labor, quien escribe entre el 29 al 19 a.c, una obra llamada la Eneida. En ella Virgilio narra cómo Eneas, príncipe troyano, escapó de la destrucción de Troya, para fundar por designios de los dioses un nuevo reino en Italia, que sería Roma.
Según la leyenda, Eneas en su trayecto llega a una ciudad en construcción, que luego se convertiría en Cartago, la actual Túnez. Ese territorio estaba dirigido por la reina Dido, de origen Fenicio, la cual inicia un romance con Eneas, que culmina con el suicidio de esta, al sentirse ofendida y deshonrada por el príncipe troyano.
Según la historia narrada por Virgilio, por encargo de César Augusto, esa fue la causa de las tres guerras púnicas, ocurridas entre el siglo 1 y 11 a.c, entre los descendientes romanos de Eneas y los cartagineses descendientes de Dido.
Esto es un claro ejemplo de cómo se pueden manipular los hechos, la verdad y la historia desde el poder. De cómo se crean mitos para servirle a intereses particulares, de cómo se tergiversa la realidad para complacer a sus amos por subordinación económica. Virgilio les da la anhelada razón ideológica y cultural a los romanos, para justificar el genocidio que implicó la destrucción de una valiente y próspera ciudad como fue Cartago.
Este adefesio histórico llamado la Eneida, escrito hace más de dos mil años, nos muestra que desde la antigüedad, había plumas y voces que tenían un precio. Esto pasó en Alemania, donde los mejores intelectuales de la época, se pusieron al servicio de Hitler y el nazismo, para crear una historia que justificara la muerte de millones de personas.
También lo hicieron y lo hacen dictadores de la estirpe de Chávez, Fidel, Maduro, Ortega, así como los populistas del momento. Todos tienen intelectuales a su servicio para crear historias que justifiquen su estilo de gobernar ególatra.
Desde mi humilde criterio, un escritor, periodista o comunicador debe ser ante todo objetivos, respetuoso de los hechos y la verdad, actuando siempre con ética e independencia. De esa actitud y visión que asuma en su profesión, dependerá su descrédito o credibilidad.
Con el tiempo la verdad siempre sale a relucir y la historia es implacable con quienes toman el camino equivocado. Se dice que Virgilio murió triste y arrepentido, por escribir una obra que manipuló y tergiversó la realidad, para satisfacer el ego del emperador César Augusto.





