En la época primitiva la humanidad vivió caracterizada por la personificación de los más bajos instintos. El hombre era brusco, tosco, y se limitaba a satisfacer sus necesidades fisiológicas, deseos de poder y control, sin ningún tipo de sentido común, ni conocimiento de lo correcto. Imaginemos al ser humano de ese entonces como un simple animal, para no alargar mucho el asunto. Lo importante es la símil que quiero hacer en este momento, para abordar un tema que sigue siendo motivo de preocupación y luto para la sociedad dominicana.
Es increíble que miles de años después; mucha gente de este país se siga comportando como aquel hombre de las cavernas, que andaba por el mundo salvajemente, y hoy reeditemos al hombre primitivo del siglo XXI, pero esta vez “al volante”.
Simplemente en este país se maneja como en una selva. Incluso muchos animales tienen mayor sentido de la coordinación y respeto por las reglas que nuestra raza. Basta con salir a las calles para subir tu estrés al máximo nivel y poner tu vida a pender de un hilo, aquí el conductor no respeta señales ni límites de velocidad, única y exclusivamente le importa llegar y rápido. Ya sea porque la calle está caliente o por los tapones, no me importa que desastre cause; -¡la calle es libre!-.
Mientras la actitud del dominicano sigue estática en esa dirección, nos hemos convertido en una “potencia de los accidentes”. Sí, aunque usted no lo crea, -hoy somos de los mejores-. La República Dominicana es el segundo país con más accidentes por habitantes del MUNDO, con más de 42 muertes por cada 100 mil habitantes. Esta cantidad supera la media de nuestra región que es de solo 16 accidentes por cada 100 mil hab; (para no comparar con países del primer mundo).
En los últimos meses la ocurrencia de estos sucesos parece haberse disparado. Primero el aparatoso choque de un bus y un camión de carga en la Carretera Santo Domingo- Samaná, en el pasado mes (13 muertos).
Julio cerró su último fin de semana con 16 muertes en menos de 24 horas y todos seguimos siendo espectadores de escenas sangrientas en los medios de comunicación y nos limitamos a decir ¡Dios nos libre! Pero, ¿Qué tan bien conduce usted? ¿Respeta las leyes y conduce a una velocidad permitida, respetando las señales? Si estas preguntas lo hacen sentir inconforme consigo, usted es un mal conductor. Más bien usted tiene suerte de que en nuestro país no haya autoridades, ni sistemas de vigilancia y monitoreo en las autopistas eficientes, de ser lo contrario de seguro ya hubiese sido multado o apresado.
Entre las causas de esta realidad se encuentran factores ya comunes, como; el consumo de alcohol que afecta los reflejos, el exceso de velocidad y la falta de supervisión de las autoridades en las carreteras, etc. Mi opinión es que en gran parte de los casos hace falta simple conciencia ciudadana. Es posible que usted sea de los que toman y después guían, ¡que grave error! así se pone en riesgo la vida de los demás que talvez si circulan correctamente; y usted mismo puede perder la vida.
Es costumbre que en este país todo se lo endilguemos al gobierno, pero nunca nos detenemos a pensar qué estamos haciendo mal. Si bien tenemos problemas de gobernabilidad, hay que darle al César lo del César. Al final, usted tiene el control de su vida, usted acelera hasta donde quiere y respeta ó no las leyes, acorde a su voluntad. Nadie es responsable de los accidentes que produce usted, las infracciones resultan en muertes por nuestra imprudencia e incumplimiento. ! No es nada más!
Este tema más allá de ser motivo de debate y controversia, no hay que dejárselo al Estado, no hay que copar los noticieros debatiendo modificaciones a la ley de tránsito o transmitiendo anuncios de conejitos y marcianos. Esto se trata de conciencia, todos sabemos lo que pasa cuando nos excedemos con el acelerador, sabemos que podemos perder la vida, poner en riesgo nuestra familia y la de todo el que anda en las calles. La prudencia aquí es crucial, deténganse un minuto y piense como puede su comportamiento afectar a las demás, cómo sus actos pueden causar una desgracia. Aquí no hay excusas, tú decides entre lo que quieres ser; un hombre primitivo o una persona responsable y prudente al volante. Recuerda, siempre que existe una diferencia, es porque alguien decidió hacerla posible; no podemos permitirnos seguir liderando en todos los rankings negativos del mundo, el cambio empieza por ti.
Acciones individuales, por pequeñas que sean; marcan grandes redirecciones colectivas.





