Nueva York.- La primera visita del dirigente deportivo Luis Hernández a Nueva York le dejó a la diáspora riosanjuanera un mensaje de confraternidad y hermandad y un gran reto: La reunificación de la comunidad riosanjuanense en la Gran Urbe.
Diferente a otros turistas, a Luis Ñao, como es conocido popularmente, no le interesó conocer el MoMA, ni al museo Metropolitano de NY, ni el Rockefeller Center, ni Zona Zero. Tampoco se interesó en los restaurantes de la pequeña Italia o el ChinaTown del bajo Manhattan. Y de seguro que las obras de Broadway o las operas del Lincoln Center nunca pasaron por su mente. Luis vino para estar con su gente.
Y así lo hizo. A su arribo al aeropuerto JFK el 20 de abril, junto a su mancuerna Juan Carlos Alonzo, fue recibido por su amigo Domingo Gil, quien lo transportó hasta donde su hermana Argentina Bonilla (Tita), en el Alto Manhattan. Allí se reencontró con sus hermanos Julio César, Francisco –Tato- y Félix –Negro-; y entre abrazos, cuentos y “este queso de hoja es el mío”, pasó su primera noche.
En los días siguientes su agenda estuvo repleta de invitaciones. El primer bonche fue armado en El Bronx, allí tuvo la oportunidad de reencontrase con su amiga Altagracia Adames –Taguita-, a quien no veía en muchos años; también con Sara García, Luichy Frómeta, Luis Omar García, Chocho Morfe, y muchos más.
Pero Luis Ñao no quiso limitar su viaje a la Gran Manzana. Visitó Providence, Rhode Island, donde se reencontró con otros riosanjuaneros residentes en toda la zona de Nueva Inglaterra, entre ellos Richard Fricá y familia. También con Lenin Melo, Gustavo y toda la familia Vásquez.
De regreso y agotado de la “pela” que le dieron los Vásquez, visitó la casa de Arismendy La Paz. Allí tuvo la oportunidad también de platicar con William Jiménez, editor en Jefe del periódico CostaVerdeDR.
Y como deportista al fin, no podía irse sin asistir a un partido de béisbol de las Grandes Ligas. Asistió a un juego en al Yankee Stadium acompañado por su amigo Arismendy La Paz y Juan Carlos Alonzo.
También se reencontró con sus viejos amigos jugadores del balocesto riosanjuanero.
Fueron 11 días de encuentros, de Whiskie, anécdotas, ‘cocinao” y la satisfacción de compartir con sus compueblanos.
En todos sus encuentros y sin importar el lugar siempre hubo una agenda en común, en cada uno Luis buscó su espacio para explicar la importancia de la reunificación riosanjuanera en los Estados Unidos. Su mensaje fue claro y cortante. “Tenenos que reunificarnos, por el bien de nuestra comunidad aquí y por los nuestros allá”, sostuvo en cada actividad que participó.
Razones climatológicas le imposibilitaron encender su “Juka” (nombre que le da a su parrillada) en Nueva York, pero tras su partida, Luis Hernández dejó su fuego, y un gran compromiso a la diáspora riosanjanera en Nueva York: Su reorganización.
La suerte está echada.