Al acercarse una gran eventualidad muchos abren sus puertas. Esos troncos o block’s convertidos en espacios habitables crea en la sociedad un sin número de risueñas ilusiones que sería capaz de convertir el vapor en agua y que esa agua regase cada palpitar entrañable desarrollado en los corazones de todo transeúnte. Aquellos colores deslumbrantes impactan de manera directa el débil ojo del soñador utópico. Estos colores son capaces de cubrir las más severas faltas, los paupérrimos hechos y las desvergonzadas acciones de cualquier impostor que se convierte en pelegrino en tierra ajena.
Que decir de aquella mirada perdida de la dulce muchacha sentada en una polvorienta butaca; apoyada por la pared decorada con hormigas y unos cuantos insectos más. Ese pedazo de árbol convertido en supuesto escritorio estorba la vista de cualquier fiel compañero que en su más profunda naturaleza humana busca las bellas y delicadas piernas de aquella que le dan sentido a la ironía. Su rostro siempre despampanante; sinónimo de arcoíris, puesto que la pobre no es libre de elegir su maquillaje favorito por causa de reglamentos creados por hombres y hechos por máquinas.
Ubicando el sentido de los objetos establecidos en aquel lugar, solo se logra contextualizar un ambiente torpe, insignificante, despoblado y sucio, porque la encargada de cuidar aquel local se afana más en su propio bien que en el bien de los demás. Es notable el plástico convertido en afiches y que decir del petróleo procesado para alcanzar el símbolo tangible hecho silla. Círculo de sillas dejados en el olvido después de usarlas; tantas rotas, esclavizadas por la triste realidad del capitalismo impostor.
Dicen por ahí que cuando se abre una puerta se abre una esperanza. Que grato sería que ese fuera el caso de todas las puertas…
La realidad es que cada puerta abierta debería traer consigo una cadena de oportunidades, ayudas, beneficios, en fin un sin número de bendiciones; pero es todo lo contrario. Tantos abren sus puertas para recibir la brisa fresca a su favor; según algunos para que la dicha sobreabunde en aquel cuadrado techado por los miles de soplos y palabrerías que emite cada individuo transformado con sus máscaras al pisar el frío mármol que decora el prestigioso piso de aquel lugar.
En realidad es difícil percibir la supuesta verdad que se discurre por el espacio que se vuelve hogar para miles de sueños que no pasan de una ilusionada abstracción.
Todo pasa y los fanáticos compañeros vuelven a la funesta realidad. El vecino, el amigo, los hermanos, los tíos, el colega; todos al cerrarse la puerta vuelven con el rabo entre las patas, y muchos hasta con el ‘’hocico partido’’.
No permitamos que las puertas que solo se abren para estos tiempos políticos cierren las puertas verdaderas, aquellas que siempre nos extienden su mano amiga, que nos acogen con brío y buena fe y que nunca se cerrarán.
No dejemos camino real por veredas!
Al acercarse una gran eventualidad muchos abren sus puertas. Esos troncos o block’s convertidos en espacios habitables crea en la sociedad un sin número de risueñas ilusiones que sería capaz de convertir el vapor en agua y que esa agua regase cada palpitar entrañable desarrollado en los corazones de todo transeúnte. Aquellos colores deslumbrantes impactan de manera directa el débil ojo del soñador utópico. Estos colores son capaces de cubrir las más severas faltas, los paupérrimos hechos y las desvergonzadas acciones de cualquier impostor que se convierte en pelegrino en tierra ajena.
Que decir de aquella mirada perdida de la dulce muchacha sentada en una polvorienta butaca; apoyada por la pared decorada con hormigas y unos cuantos insectos más. Ese pedazo de árbol convertido en supuesto escritorio estorba la vista de cualquier fiel compañero que en su más profunda naturaleza humana busca las bellas y delicadas piernas de aquella que le dan sentido a la ironía. Su rostro siempre despampanante; sinónimo de arcoíris, puesto que la pobre no es libre de elegir su maquillaje favorito por causa de reglamentos creados por hombres y hechos por máquinas.
Ubicando el sentido de los objetos establecidos en aquel lugar, solo se logra contextualizar un ambiente torpe, insignificante, despoblado y sucio, porque la encargada de cuidar aquel local se afana más en su propio bien que en el bien de los demás. Es notable el plástico convertido en afiches y que decir del petróleo procesado para alcanzar el símbolo tangible hecho silla. Círculo de sillas dejados en el olvido después de usarlas; tantas rotas, esclavizadas por la triste realidad del capitalismo impostor.
Dicen por ahí que cuando se abre una puerta se abre una esperanza. Que grato sería que ese fuera el caso de todas las puertas…
La realidad es que cada puerta abierta debería traer consigo una cadena de oportunidades, ayudas, beneficios, en fin un sin número de bendiciones; pero es todo lo contrario. Tantos abren sus puertas para recibir la brisa fresca a su favor; según algunos para que la dicha sobreabunde en aquel cuadrado techado por los miles de soplos y palabrerías que emite cada individuo transformado con sus máscaras al pisar el frío mármol que decora el prestigioso piso de aquel lugar.
En realidad es difícil percibir la supuesta verdad que se discurre por el espacio que se vuelve hogar para miles de sueños que no pasan de una ilusionada abstracción.
Todo pasa y los fanáticos compañeros vuelven a la funesta realidad. El vecino, el amigo, los hermanos, los tíos, el colega; todos al cerrarse la puerta vuelven con el rabo entre las patas, y muchos hasta con el ‘’hocico partido’’.
No permitamos que las puertas que solo se abren para estos tiempos políticos cierren las puertas verdaderas, aquellas que siempre nos extienden su mano amiga, que nos acogen con brío y buena fe y que nunca se cerrarán.
No dejemos camino real por veredas!