En mi columna anterior, publicada el pasado jueves, hacía mención de dos elementos que entendía debían de darse en aras de generar los cambios necesarios para que el municipio de Río San Juan dé un revés a los numerosos achaques que lo ciñen.
Esos dos elementos eran la unificación de criterios entre la sociedad civil y la clase política del municipio a los fines de elaborar una agenda común, en pos de remediar paulatinamente esos achaques que nos impiden avanzar como pueblo. Y por otro lado, que la cúpula de los partidos y el electorado en general ejerzan con perspicacia su derecho a elegir sus candidatos a representarnos en determinados cargos electivos en futuras contiendas electorales.
Tras releer mi escrito y sopesar sobre esos elementos que a mí entender fungirían como agentes de cambio en Río San Juan, concluí adherir un tercer elemento que es la razón de ser de este artículo.
Hablo del natural y necesario relevo generacional que en algún momento determinado todos los conglomerados sociales deben experimentar para garantizar la sostenibilidad en el tiempo de su desarrollo y para evitar verse afectados por la falta de innovación, y la errónea aplicación de ideas estériles y metodologías desfasadas, que aunque en su momento pueden haber sido las adecuadas, tarde o temprano el implacable reloj las termina convirtiendo en obsoletas o muy poco eficaces.
Sin rodeos y con toda responsabilidad, lo que quiero decir es que los actores que hasta ahora hemos visto presentarse una y otra vez como candidatos a cargos electivos en el municipio y quienes se encuentran al mando de las direcciones municipales de los partidos políticos (de todos), ya han expedido casi todo cuanto tenían para ofrecerle a Río San Juan.
Frecuentemente los estados derogan, modifican y hacen enmiendas a sus leyes y constituciones políticas, porque con el transcurso de los años los fundamentos filosóficos que dieron lugar a su origen varían, y por ende, esos ordenamientos legales terminan convirtiéndose en inaplicables y áridos, por lo que para garantizar una oportuna y eficaz aplicación del poder punitivo del estado, tiende a ser necesaria la creación de nuevas disposiciones acordes a la realidad del momento y no a la del pasado.
Por ejemplo, la era digital y de la comunicación ha traído consigo sofisticadas formas de delinquir, tales como los fraudes bancarios electrónicos y la difusión de la pornografía infantil, males que no existían hace 30 años, pero hoy día son una realidad palpable y el Estado se vio en la obligación de tipificarlos como delitos y crear la ley 53-07 sobre crímenes y delitos de alta tecnología, porque con su antigua legislación y mecanismos, le sería imposible hacer frente de manera apropiada a esas inconductas emergentes que gravan a la sociedad.
Eso es exactamente lo que sucede con los liderazgos, las ideas y los problemas que subyacen sobre los pueblos, que si los primeros no se renuevan, tarde o temprano resultará muy cuesta arriba encarar a los últimos.
En Río San Juan es imperativa la sustitución de los actuales actores del sistema, por otros nuevos que reviertan el pesimismo con el que lamentablemente la generalidad contempla nuestro horizonte. Rostros frescos y lúcidos que hagan a un lado las ejecutorias esporádicas e improvisadas que solo surten un pírrico efecto en la inmediatez, y que las sustituyan por políticas planificadas basadas en tecnología e innovación, un proyecto de pueblo diseñado para proveer resultados a corto, mediano y largo plazo donde no haya lugar para la imprevisión e improvisación.
En conclusión, a los dos supra indicados elementos a los que vinculé el avance del municipio de Río San Juan, les adhiero un tercero, y tal vez más importante elemento: Las dirigencias de los partidos, las ideas y los actuales actores del sistema, tienen que renovarse, porque sencillamente no se pueden combatir las problemáticas de hoy con soluciones, ideales y métodos que son ya cosa del pasado.