Desde que comenzó el proceso para llevar ante los tribunales a los implicados en los sobornos atribuidos a la firma brasileña Odebrecht razonamos que ese(os) expediente(s) daría(n) mucho de qué hablar y escribir. Con la aplicación de medidas de coerción que el juez instructor especial Francisco Ortega Polanco dictó contra los detenidos por el caso, el proceso apenas comienza. Ahora vendrán las apelaciones, el conocimiento de estas por jueces de la Cámara Penal de la Suprema Corte, y si eventualmente hay otra(s) apelación(es) -como es posible que ocurra- entonces el Pleno de la Suprema tendrá que conocerla(s). A partir de ahí, se iría a juicio de fondo, que significa agotar otro proceso casi similar, tal vez con nuevos implicados, quizás con unos cuantos de los actuales imputados fuera. Lo cierto es que ahora es que falta mambo…
Discrepancias
Al margen de esto, en “el concón” mismo del denominado movimiento de la Marcha Verde siguen surgiendo discrepancias y diferencias de forma y de fondo, más allá de las que se conocen, por la principalía en la figuración pública, incluyendo la ubicación en las marchas, el vocerato y el manejo de recursos. “Mucho habían durado los egos en estallar”, me comentó un amigo de los que ha participado en la promoción y organización de las movilizaciones realizadas en diferentes puntos del país. Como resultado de estas discrepancias, me siguió contando ese amigo, hay figuras de las llamadas prestantes, que se consideran íconos de la llamada sociedad civil, que han reflexionado dejar su participación en las marchas, aunque mantienen con ciertas reservas su apoyo a los propósitos que han dado lugar al surgimiento de este movimiento. Las fuentes que alimentan de recursos el montaje de las marchas también han mostrado alguna resistencia a complacer ciertas peticiones de desembolsos hechas por los organizadores y activistas, y por ahí hay cierto disgusto que podría degenerar en otras cosas. ¡Hummm…! –