En una ocasión escribí un artículo, que luego fue integrado al libro "El Valor de la Verdad ", en el cual establecemos la diferencia entre lealtad y fidelidad. Aunque son dos términos que parecen significar lo mismo, en verdad tiene dos significados totalmente diferentes. La lealtad proviene de la razón, mientras que la fidelidad brota del corazón.
Puedes ser leal a una causa sin involucrar los sentimientos, para lo cual es vital la honestidad, la responsabilidad y los valores familiares. Cuando te comprometes con una causa debes asumirla, sin cambiar de rumbo en medio de la contienda, por lo que terminado ese proceso, estás en libertad de continuar o simplemente cambiar de dirección. Eres leal si tienes la actitud de poner las cartas sobre la mesa, comunicando tu decisión y las razones por la que entiendes ese pacto o acuerdo debe o no debe continuar.
De esa manera actúan los grandes, de frente y de cara al sol, dejando las cosas claras y definidas. El rompimiento en esas condiciones no implica deslealtad, sino una decisión consciente, de principios y dignidad. Esa es la razón por la que sostengo que la lealtad está basada en la razón, porque simplemente aportas trabajo y conocimientos a cambio de lograr determinados objetivos.
En cambio la fidelidad tiene otra connotación, ya que es una relación basada en los afectos, en los sentimientos, en la confianza. Participas en algo sin esperar nada a cambio, ya que las cosas se dan de manera espontánea, brotan de manera natural, por lo que en estas relaciones predomina la trasparencia, la cual emana como las aguas limpias y cristalinas de un manantial.
La fidelidad nace del corazón, es algo noble, sublime, que sólo las partes involucradas tienen el nivel de espontaneidad para expresarlo y sobre todo para experimentarlo. Por esa razón es que la fidelidad es algo tan delicado, que cuando se pierde la confianza, sencillamente se esfuma como lo hacen las nubes en la profundidad del horizonte.
Cuando una relación, sea política o personal, se basa en la fidelidad, se crea un vínculo muy poderoso y frágil a la vez. Por esa relación se es capaz de hacer cosas inimaginables, sacrificar cualquier interés particular, porque sencillamente se actúa por amor, que es la fuerza más poderosa que existe en nuestras vidas.
La fidelidad es una fuerza poderosa y frágil al mismo tiempo, porque de la misma manera que nos puede llevar a volar como aguilas, de manera majestuosa e imponente, también puede conducirnos a un accionar leve y distante, cuando lo que sostiene ese vínculo, se desintegra con su base de sustentación: LA CONFIANZA.
Cuando desaparece ese hilo invisible que sostiene la fidelidad, sientes que algo ha desaparecido, ya no es lo mismo, la magia dejó de existir. Es algo muy difícil de explicar, pero todo el que lo ha vivido sabe de lo que le estoy hablando, ya que la relación continúa, pero sin el ángel, la magia, la inspiración y el amor sin ningún interés material. Eso es lo que hace de la relación sustentada en la fidelidad, algo tan poderoso y frágil al mismo tiempo.
Cuando quieres a una persona de ésta manera, eres capaz de perdonar e inclusive de mantener una relación armoniosa, pero jamás será lo mismo. Ha desaparecido algo que sólo puedes darlo una sólo vez, no hay otra oportunidad, esa es la realidad. El cerebro, la razón pueden hacerlo, pero el amor y el corazón se manifiestan de manera muy especial.
Y esto no tiene nada que ver con el perdón, ya que cuando perdonas lo haces para ti, para liberarte de resentimientos, odios, ira, envidia, etc, lo cual no implica que dejes de reconocer las causas que te motivaron a distanciarte de una persona. El perdón es vital, esencial para poder llevar una vida tranquila, en paz, con sanidad espiritual, con sentimientos sanos y positivos.
Cuando perdonas lo debes hacer para liberarte del veneno que una decepción pudo haberte producido, es como expulsar de tu vida una sustancia tóxica que te va matando poco a poco. Eso no quiere decir que perdonar es tener que ir donde esa persona a expresarle que la perdonas y que ya todo ha pasado y queda en el olvido.
Para perdonar no tienes que arrodillarte ante nadie, ni esgrimir gemidos de arrepentimiento, eso no es perdonar, eso es autoinculparse, lo cual generará un sentimiento confuso, que al tiempo resurgirá con nuevos resentimientos. Cuando perdonas debes hacerlo dirigido a tu ser, que al observar esa persona no te produzca dolor, rabia rencores ni resentimientos. Simplemente está fuera de tu vida, aún mantengas algún tipo de vinculación.
Para perdonar debes haber querido, haber experimentado la fidelidad, de lo contrario no puede haber perdón, sino resignación a una realidad. Sólo perdonas si has involucrado los afectos, por eso es tan difícil mezclar los sentimientos con la política, ya que ésta es una actividad sustentada en la conveniencia, en obtener resultados, aun pasando sobre el cadáver del mejor amigo.
Tengo muchos años en la vida política y entiendo perfectamente su significado, aunque he tratado de mantener mi esencia humana, vocación de servicios y establecer relaciones y vínculos afectivos. Eso en verdad me ha salido muy caro, por las decepciones que cada día experimentamos en este mundo, donde el arribismo, el oportunismo, la carencia de dignidad, generalmente predominan sobre el trabajo, la lealtad y sobre todo a los que todavía enarbolamos los valores basados en la FIDELIDAD.