Te reconozco en mis pasos sobre tus piedras de medio milenio de abolengo, y recuerdo tus leyendas falsas o verdaderas; tus gestas y tragedias acalladas por décadas de olvido de ti misma, y hasta en lo no podría celebrarte: la vejez de tus barrios proletarios cargados de sudor frustrado en el salario; cada niño que pide lo que sea en tus esquinas; tus ancianos que buscan huir urgentemente a mejor muerte; tus calles cargadas de un slang mercantil ajeno a como te soñamos y tu Ozama e Isabela devenidos en cloacas de todas tus miserias … (Y sin embargo, a pesar de todo, todavía te quiero, Ciudad Primada).