No es cierto aquello de que las feministas rugen ante el romántico misterio de la luna. Tampoco
eso de que todas deben ser gordas, feas y desgreñadas. Es falso que escriben consignas anti
machistas en cada baño. Es totalmente incierto eso de que pasan cada día urdiendo escabrosas
teorías revolucionarias. Ni tienen el mal aliento de los intelectuales subdesarrollados. Ni piensan
que el amor se resuelve con el teorema de Pitágoras. Es más, voy más lejos, después de hablar toda
una noche con un grupo de feministas que gustan del merengue y de la salsa, estoy convencido de
que los hombres seguimos siendo unos tipos necios más o menos necesarios.
A mis feministas
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