No es cierto que las feministas rugen ante el romántico misterio de la luna de octubre. Tampoco
es cierto que todas deben ser gordas, feas y desgreñadas. Es falso que escriben consignas anti
machistas en cada baño. Es totalmente incierto que pasan cada día urdiendo escabrosas teorías
revolucionarias. Ni tienen el mal aliento de los intelectuales subdesarrollados. Ni piensan que el
amor se resuelve con el teorema de Pitágoras. Es más, voy más lejos, después de hablar toda
una noche con varias amigas feministas (que gustan del merengue y de la salsa), estoy
convencido de que los hombres seguimos siendo unos necios más o menos necesarios.
