Al referirse a la ayuda prestada por Cuba a Suráfrica, el gran Nelson Mandela dijo lo siguiente: “los cubanos vinieron a nuestra región como doctores, maestros, soldados, expertos agrícolas, pero nunca como colonizadores. Compartieron las mismas trincheras en la lucha contra el colonialismo, subdesarrollo y el Apartheid. Jamás olvidaremos este incomparable ejemplo de desinteresado internacionalismo. “ En otra ocasión, en un foro público en el City College de Nueva York, Ted Koppel, periodista norteamericano conservador y derechista, le preguntó a Mandela que por qué él era amigo de Fidel Castro. Mandela, con el ritmo lento con el que siempre habló le dijo a Ted Koppel que los enemigos de Estados Unidos no tenían que ser también los enemigos de Suráfrica.
Mandela, que como Gandhi fue un pacifista, fue sin embargo un estadista que puso la soberanía y la independencia de su país por encima de la imposición que sobre Suráfrica pudiera intentar ejercer una nación como Estados Unidos que en el período de más de un siglo ha ejercido su poder imperial sobre el resto del mundo.
El presidente Luis Abinader, en cambio, ha adoptado, en sus relaciones con otras naciones, la política exterior de Estados Unidos y ha incluido a dos naciones, Cuba y China en una especie de lista negra de naciones con las cuales, por mandato norteamericano, nos está vedado negociar. La decisión, aunque la tomó él como gobernante de nuestro país no fue enteramente suya, sino que fue tomada por la presión del imperio estadounidense. Uno se imagina el mensaje admonitorio del saliente presidente norteamericano Donal Trump al presidente Abinader advirtiéndole a este último sobre las serias consecuencias de negociar con Cuba, Venezuela, China o con cualquier otra nación non grata a la política exterior de Estados Unidos.
Quisiera oír ahora las voces de aquellos frenéticos personeros del antihaitianismo que se desgarran el pecho y se desgañitan la voz vociferando defender nuestra soberanía como país frente a lo que ellos perciben como la amenaza de la invasión haitiana. No niego que no debamos defender nuestras fronteras como nación. Esa es una verdad autoevidente. Pero quisiera oír a esos mismos personeros del antihaitianismo criticarle al presidente Abinader su genuflexión frente Estados Unidos, su pusilanimidad frente al gran imperio que como un bully le ha impuesto a él no negociar con dos naciones que pudieran beneficiarnos enormemente.
Mientras China, España, Italia y otras naciones europeas recibieron abiertamente la asistencia de médicos cubanos en su lucha contra la pandemia del Covid 19, el presidente Abinader se ha negado rotundamente a recibir la ayuda médica de Cuba, una nación a la cual nos unen vínculos históricos y cuyo experticio médico en la lucha contra esta pandemia pudiera ayudarnos enormemente.
Un presidente que actúa así no puede hablar de soberanía, sino de obediencia.
El imperio habló, y el presidente Abinader acató la orden.