La semana pasada el ministro de la presidencia, Lisandro Macarrulla dio al medio Acento Televisión unas declaraciones que confirman que, a pesar de su negativa, los escarceos un poco soterrados del gobierno y de algunos de los más grandes empresarios de este país de privatizar bienes y servicios del estado se convertirán, con toda probabilidad, en una realidad. Macarrulla, quien también es presidente de la Comisión Liquidadora de Activos del gobierno, declaró a Acento Televisión lo siguiente:
“Lamentablemente hemos tenido que ser más creativos y es muy probable que el estado tenga que desprenderse hasta de activos importantes para poder generar los recursos para manejar los compromisos fiscales.”
El lenguaje de esta declaración está lleno de términos que evitan la mención directa de las cosas. No es un grupo de hombres con agendas políticas y económicas particulares quienes ejecutarán la acción de privatización, sino una entidad abstracta como “el estado”; el vocablo “desprenderse” es otro eufemismo por “vender” y “activos importantes” hace referencia a empresas pertenecientes al patrimonio del estado que serán vendidas a la élite económica que en realidad controla este país.
El gobierno, ya se sabe, contempla la venta de algunas de las empresas del FONPER, lo cual equivale a una privatización directa. Está por otro lado la APP o las alianzas público privadas en las cuales el estado no vende sus activos directamente al sector privado, sino que se los cede a este para que los usufructúe y obtenga jugosos beneficios por medio de esta estratagema. En ambos casos, venta directa de activos del gobierno o concesión de bienes por medio de contrato al sector privado, el gran ganador será el empresariado dominicano y el gran perdedor será el pueblo.
El término “alianza público- privada” es en realidad un eufemismo con el cual se intenta ocultar la intención del sector empresarial de este país de privatizar sectores de la economía de los cuales quiere extraer pingues ganancias en detrimento de las mayorías desposeídas. El argumento tradicional es hacer más eficiente bienes y servicios al asociarse al sector privado, pero ya sabemos que si no hay una vigilancia estricta estos mismos bienes y servicios pueden pasar en su totalidad, eventualmente, al sector privado.
Hacia dondequiera que lancemos la mirada en el mundo encontraremos que el culto a la privatización excesiva, a la filosofía neoliberal del libre mercado no ha hecho sino agrandar descomunalmente la brecha entre pobres y ricos, beneficiando cada vez más a estos últimos y sumergiendo más profundamente en la miseria a los anteriores. Es un hecho ya casi indisputable, confirmado por estudios de organizaciones no gubernamentales como Oxfam, entre otras, que la rapacidad del neoliberalismo, uno de cuyos principios es, precisamente, la privatización por doquiera de bienes y servicios, bajo el alegato de que esta es la verdadera libertad, no ha hecho sino concentrar la riqueza del mundo en pocas manos. Los porcentajes podrán variar ligeramente de un año a otro, pero el hecho principal se ha mantenido inalterado: un porcentaje ínfimo de la población mundial constituido por la gente más rica del planeta, es decir, apenas un uno por ciento, controla la mayor parte de la riqueza del planeta.
Mientras el neoliberalismo y su secuela de privatización han generado grandes beneficios económicos para una pequeña elite mundial al mismo tiempo han creado una devastación no solo humana al aumentar los niveles de miseria en todo el mundo, sino que su rapacidad insaciable pone cada vez más en peligro la existencia misma de la vida en este planeta al causar los grandes desastres ecológicos que estamos viendo alrededor del mundo. Por eso las mejores mentes tanto filosóficas como económicas han puesto en el banquillo de los acusados a esta nefasta filosofía económica que va en detrimento de las grandes mayorías y que continúa aumentando los niveles de desigualdad dondequiera que se ha puesto en práctica.
Un economista brillante como Joseph Stiglitz, quien no es precisamente un abanderado del marxismo revolucionario ni mucho menos hombre de izquierda y quien fuera jefe del Consejo Económico del expresidente Bill Clinton ha expresado su juicio negativo sobre el neoliberalismo y su obsesión con la privatización al afirmar que “el sector financiero ha perfeccionado sus habilidades para quitarle el dinero a la gente sin contribuir al progreso social. Crean riqueza arriba, pero también crean miseria abajo”.
Frase lapidaria de un hombre que ha visto con lucidez los efectos destructores del exceso de privatización y al mismo tiempo una confirmación de que el llamado crecimiento económico que tanto cacarean algunos políticos del patio no se ha traducido necesariamente en una mejor distribución de la riqueza.
El pueblo dominicano debe estar en guardia para detener la voracidad insaciable de una clase empresarial que quiere monopolizar cada vez más la riqueza que debemos compartir todos.