Un nuevo año acaba de hacer su debut, donde nos hemos propuestos metas y sueños que haremos hasta lo imposible para alcanzar; ya como es costumbre a principio de año llenamos nuestras lista de metas y peticiones al más alto nivel, entre ellas:
– Escribir un libro
– Finalizar los Estudios
– Cambiar el vehículo
– Casarme
-Buscar un trabajo mejor
– Comprar una casa
– Grabar una canción
– Tener hijos
– Entrar al gimnasio
– Ir de viaje
– Ahorrar más
– Abrir una empresa.
Nos sentamos y evaluamos todas esas cosas que harían nuestras vidas mucho mejor, sí durante estos 12 meses lográramos por lo menos la mitad de las metas y desafíos que nos proponemos al principio de año.
Pero pensando en lo más profundo, por consiguiente sin echar a un lado los típicos sueños que siempre nos proponemos; que tal sería sí en esta ocasión elaboráramos una lista diferente a la de los años anteriores, sin restar méritos a la misma, por ejemplo.
– Poner a Dios en primer lugar en nuestras vidas.
– Ser mejor estudiante
– Ser Mejor Esposo
– Ser Mejor Vecino
– Dedicar más tiempo a los hijos, de igual forma a nuestros padres.
– Ser más cuidadoso con el dinero
– Comer más saludable
– Ser un buen empleado, más responsable sobre todo.
– Ser más Cortez
-Aportar más a mi comunidad.
Sí nos detenemos analizar cada uno de estos objetivos son prácticamente los mismo que los anteriores, pero en realidad no, cada uno tiene concepto y matices totalmente diferente.
Es tiempo de que cuantifiquemos y centrifuguemos nuestras vidas; a sumamos un reto de un nuevo año con metas claras y con la disponibilidad de transformarlas en realidad.