A la memoria del Dr. Rafael Bencosme Rivas
Desde su fundación, el poblado de Río San Juan tuvo una agricultura rudimentaria y tradicional, sin ninguna tecnología ni mecanización lo que hoy se llama de subsistencia. A pesar de eso producíamos lo que nos comíamos y nos sobraba para surtir de víveres, maíz café y cacao a Puerto Plata y hasta en ocasiones a las islas Turcas y Caicos, Puerto Rico y Curazao.
El despegue de nuestra agricultura llega a comienzo de los años 50, con el establecimiento y asesoría de la Sociedad Industrial Dominicana (La Manicera).
Esta compañía inició ofertando servicios como yuntas de bueyes y arado para preparar las tierra y ponerla a producir maní, y con él obtener aceite, que fue lo que vino a sustituir la manteca de cerdo, grasa de uso tradicional en el 98 por ciento de las cocinas dominicanas .
Aquella campaña fue febril y de la noche a la mañana teníamos la mayor parte de los terrenos agrícolas sembrados de maní, descuidando los frutos menores, básicos en la alimentación diaria. Así vimos conucos productores de víveres caer bajo el arado, para dar paso a la siembra del maní.
Cada 100 libras de maní en baqueta limpio y secado era pagado a 8 pesos.
Así los agricultores vieron dinero junto y en ciclo corto, pero descuidaron otras áreas de siembra.
Algo que no sabían nuestros agricultores era que el maní es muy demandante de nutriente, y como se dice en el argot campesino "cansa la tierra". Se cogían 3 cosechas y ya la producción por tarea se disminuía a una tercera parte .
Como no existían los abonos químicos ni se tenia conocimiento de ellos, el agricultor termino con su tierra cansada casi estéril, viéndose en la necesidad de sembrarla de pasto, vendérsela a los ganaderos dominicanos y españoles y migrar a donde encontrar tierra fértil y barata, para reiniciar sembrando víveres, que era lo que sabía.
Así surge la mudanza de muchos campesinos al área de Samaná, especialmente el área de La Galera, donde con los pesos obtenidos por su tierra, consiguieron tierras buenas a 4 pesos la tarea y con muy buenos beneficios con la siembra de los llamados víveres de abajo de la tierra.
El único que dio la voz de alarma del desastre que se avecinaba fue el Dr. Rafael Bencosme, mocano, hijo de agricultores y con gran conocimiento de botánica y siembra.
El decía que entre cada cosecha había que arar la tierra y aplicarle el estiércol de los potreros o sacar guano (excremento de los murciélagos) de las cuevas de Mata Puerco y La Caribe y regarlo detrás del arado para abonar la tierra. Nadie le hizo caso y hoy Río San Juan goza de un notorio progreso en turismo, pesca y ganadería,
pero cuando queremos comernos un plátano o un buen pedazo de yuca, tenemos que esperar que llegue la camioneta de Moca o de Samaná.
Estamos a tiempo, volvamos a sembrar, que mercado tenemos y vamos a seguir teniendo .