Decir que la historia se repite es una falacia irresponsable que busca exculparnos de repetir los mismos errores. La historia no es un virus, no se autoreplica, es una crónica de las actividades humanas, sin vida propia, incapaz “repetirse”, nosotros repetimos las mismas estupideces.
En 1978 despedimos a Joaquín Balaguer, un estadista conservador, administrador disciplinado de cierta consciencia social, hasta impulsó una reforma agraria; no fue perfecta, Dios no hizo un mundo perfecto.
Sus políticas conservadoras, con remanentes del trujillismo, y la tumultuosa realidad política regional, tiñeron de sangre su gobierno. Cuando se redujo el crimen politico, “los de abajo”, “cambiaron” a Balaguer, el intelectual de la reforma agraria, por un terrateniente, Antonio Guzmán, parece locura.
Tras dos gobiernos bastante desordenados, el país admitió su error, votó por Balaguer en 1986.
Salimos de Balaguer 10 años después, en 1996, elegimos a Leonel Fernández y su Partido de la Liberación Dominicana (PLD) básicamente compuesto por gente “de abajo”. Cuatro años después, en el 2000, retornamos al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) despedido en el 86, elegimos a Hipólito Mejía, su gobierno terminó en desastre económico-administrativo.
Retornamos a Fernández y el PLD en el 2004.
Fernández gobernó ocho años mas, y le siguió su compañero de partido Danilo Medina durante otros ocho años. Construyeron obras públicas importantes y eficientizaron la administración pública, pero la corrupción destruyó su reputación.
En el 2020, cambiamos buenos administradores-constructores “de abajo”, por descendientes de los ricos que multiplicaron sus fortunas y crearon nuevas riquezas entre 1978 y 1986. Dividido el PLD, elegimos al presidente Luis Abinader, reelecto en el 2024. E;l magnifica el desorden económico-administrativo de Mejía podemos retornar Fernández, Medina, o su reunificación.
La historia es irrepetible, nuestro movimiento elíptico, como las manecillas de relojes antiguos, siempre empieza un “nuevo día”, idéntico al anterior. Los días, la gente y sus nombres parecen iguales, por eso todos los mañanas son similares al ayer.
Damos vueltas circulares, como perro persiguiéndose el rabo, nunca lo alcanzará, ni avanzaremos, seguimos caminando a ningún lugar.