Muchos políticos enjaulados dentro de los partidos de oposición apuestan al fracaso del gobierno. Son pocos, pero con la misión de no sacarle el guante de la cara a la gestión del presidente Abinader. Y lo peor de todo es que esos políticos son precisamente del partido que acaba de salir del poder arrastrando consigo una de las más grandes estafas contra el estado dominicano.
Apuestan a que la presión de los desempleados, o de los trabajadores que exigen un aumento salarial, pondrán en jaque a las autoridades.
Se frotan las manos ante el reto de una reforma fiscal que podría ocasionar protestas y desasosiego en la ciudadanía, afectando el alto nivel de aprobación del presidente Abinader.
Ruegan también por una tercera ola de la pandemia que obligue a nuevos horarios del toque de queda que afectarían a muchos sectores, creando más desempleo y frenando el crecimiento.
Gozan cuando los consumidores protestan por los aumentos de precios de los bienes básicos o de la gasolina y el gas, responsabilizando al gobierno.
Apuestan a que muchos proyectos anunciados se queden en palabrerías o que los recursos simplemente sean insuficientes para promoverlos.
No faltan los que rezan para que el PIB no crezca ni los ingresos fiscales aumenten.
Y si algún funcionario es cancelado lo celebran diciendo que es un gobierno corrupto, que la lucha contra la corrupción es un fiasco.
En fin, hay gente que apuesta al fracaso todos los días. No desaprovechan nada para levantar una ola de opiniones adversas y de sucias mentiras que ya rozan en la conspiración.
Se habla en algunos medios de golpe de estado, reuniones de grupos subversivos, conspiraciones y planes de desestabilización. Y esa es una parte importante de la estrategia para crear un ambiente de incertidumbre y poner al gobierno contra la pared.
El apagón del aeropuerto es un buen ejemplo de una conspiración criminal.
Pero hay un problema. Existe un muro, más alto que el de Berlín, que le pone freno a todas esas expectativas malsanas y siniestras.
Me refiero a la sociedad civil. Esa masa de jóvenes que han despertado de la hipnosis sufrida por la campaña mediática del gobierno peledeista a través de la propaganda al mejor estilo del goebbelismo hitleriano.
Esa mafia palaciega copaba todos los medios, bloqueaba las voces disidentes, perseguía en silencio a los que denunciaban y cerraba programas con solo una orden verbal. Un país ciego, que desconocía lo que en los pasillos del Palacio Nacional se fraguaba todos los días: El robo publico más grande de la historia.
Pero eso acabó. El Gobierno de Abinader está apostando a la transparencia y a la lucha contra la corrupción como su primera prioridad. Porque no vale construir, reconstruir y crecer sin esperanzas mientras unos pocos pendejos se enriquecen a costa de una población que se empobrece.
Somos uno de los países con mayor inequidad en toda la región, donde hay una fuerte concentración de la riqueza en muy pocas manos, mientras la mayoría de la población no gana para cubrir el costo de la canasta básica.
Y aunque la ciudad de Santo Domingo ya se parece a una metrópoli, con grandes supermercados, tiendas gourmet de alimentos importados y centros comerciales con negocios de las líneas más afamadas del mundo, esconde en sus entrañas una pobreza ancestral que devienen de las injusticias, el abandono, la falta de empleos y subalimentación.
Como diría un viejo amigo ironizando sobre el tema. “Malkun, al menos tenemos una pobreza con lujo”.