"La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces".
ARISTÓTELES
No evadas los obstáculos, actúa con amor.
Un rey quiso poner a prueba a los moradores de su reino, para lo cual colocó una gran roca en medio del camino. Se situó en un lugar oculto para observar la actitud de los que transitaban por el lugar. Pasaron los días y todo el que cruzaba por el sitio elegido, vadeaba la roca y seguía sin inmutarse haciendo su recorrido.
Cuando el rey ya tenía pocas esperanzas sobre la prueba que había puesto, pasó un aldeano con una carga de frutas, el cual se detuvo y empezó a empujar la roca poco a poco, hasta que logró apartarla del medio del camino. Cuando el aldeano miró hacia el lugar donde estaba la roca, pudo divisar una bolsa, que al revisarla estaba llena de monedas de oro y que también contenía una nota del mismo rey, que decía, "Las monedas serán de quien mueva la roca".
ENSEÑANZA:
Este hermoso relato, nos infiere que cada obstáculo puede ser una oportunidad para mejorar, si se actúa con nobleza, en vez de evadir por mezquindad. La vida siempre constituye un reto, pero en ocasiones, cuando actuamos desde la inconsciencia, no somos capaces de ver lo que está frente a nosotros, porque sencillamente estamos ocupados, quejándonos de nuestra suerte.
Este humilde campesino, con una gran capacidad para servir y con unos sentimientos adornados con calidad humana, recibió una gran lección positiva al quitar la roca del camino, contrario a la actitud de los demás, que al solo pensar en ellos, su única preocupación fue avanzar de prisa hacia su destino. Cuando se actúa así, se piensa que lo hacen bien, porque ese no es su problema.
La mayoría accionó como el capitán de un barco en zozobra, que por estar quejándose no observaba la luz del faro, que significaba su salvación. Sólo la pudo notar, cuando un marinero se le acercó en medio de la tempestad, a quien en principio reprochó por haber abandonado su puesto asignado.
Pero ante la insistencia del marinero se quedó sorprendido, cuando éste le reiteró que desde hacían 10 minutos se divisaba la luz del faro. El capitán no podía ver la luz del faro que ya todos veían, porque estaba demasiado ocupado quejándose de su mala suerte, de los truenos, y de una tempestad que entendía los haría perder, sin posibilidad de sobrevivir.
No podemos ir por la vida con tanta prisa, ante las dificultades debemos actuar con paciencia y cuando encontremos un obstáculo, una roca en el camino, aunque podamos seguir con indiferencia, es nuestro deber apartarla, por solidaridad y amor hacia los demás.
Cualquier acción humanitaria, en su momento será retribuida, con el mismo amor con que brotó de nuestro ser interior, así como le ocurrió al aldeano del relato.