"En ninguna parte encontraremos un retiro más tranquilo que en nuestra propia mente".
MARCOS AURELIO.
"El carácter de un hombre es el guardián de su mente".
CICERON
La mente (ego) siempre quiere más.
En una ocasión un mendigo llamó a las puertas de un palacio y por casualidad al abrir las puertas se encontró con el rey que daba su paseo matutino por el jardín.
El mendigo de inmediato le lanza un reto al rey, de que el cuenco que usaba para las limosnas, no podría ser llenado con todas las riquezas de su imperio. El monarca con desdén ante el desafío de un mendigo, acepta el reto y convienen que en la noche se decidirá el ganador.
El rey ordena al primer ministro que llene el cuenco de monedas de oro, para que el intruso recordara que había ido a un palacio real, que representaba un reinado en su máximo nivel. Ante la acción para llenar el cuenco por parte del monarca, el mendigo se ríe y manifiesta que en la noche todo quedará definido.
Cuando el primer ministro llenó el cuenco de monedas de oro, desaparecieron todas por lo que continuó vacío. Todo el pueblo se congregó frente al palacio atraído por la noticia del reto entre el rey y el mendigo.
El rey ordenó que trajeran todos los diamantes, los rubíes, las esmeraldas, las cuales eran vertidas en el cuenco, el cual seguía tan vacío como antes. El rey terminó perdiéndolo todo, por lo que se postró a los pies del mendigo y le pidió que le contara el secreto del cuenco.
El mendigo le respondió al rey que no había ningún secreto, ya que el cuenco era el cráneo de un hombre, donde está su mente, la cual siempre está vacía por más que le eches. El mendigo terminó afirmando ante el rey y todo el pueblo congregado, que la mente es la verdadera mendiga, que nunca está conforme y siempre quiere más, por lo que lo único que podemos realizar es hacer consciencia de ello, comprendiendo y aceptando esa realidad.
ENSEÑANZA:
Nunca nos sentiremos satisfecho si le hacemos caso a la mente, lo cual sólo producirá insatisfacción, sufrimiento e infelicidad. La mente nunca estará tranquila, pidiendo más y más, esa es su naturaleza, tener un deseo angustiante, que no tiene término ni fin.
El apego y la envidia por lo general dominan la mente, por lo que luchas por algo y luego que lo obtienes quieres otra cosa, ya que eso pierde importancia y valor. Cuando tienes una bicicleta quieres un motor, cuando tienes un motor quiees un carro y luego una Jipetta y así sucesivamente.
Esto no quiere decir que no tengas propósitos ni aspiraciones de avanzar y crecer en la vida, sino que hay que aprender a parar, entiendo que todo se produce a su debido tiempo, porque si nos dejamos dominar por la ambición, nuestra mente jamás estará tranquila y estará entonces produciendo ansiedad, angustia y depresión.
Es mejor vivir con tranquilidad el presente, convirtiéndonos en testigos de nuestra mente, observándola cuando nos quiere llevar a una lucha sin fin por querer cosas, que en ese momento por circunstancias de la vida no es posible obtenerlas.
Con ambición, envidia y deseos jamás llenaremos el CUENCO. Es mejor vivir en paz con lo que tenemos y esperar el momento oportuno para lograr propósitos, sin tener que someternos al sufrimiento que nos produce la ambición de una mente divagante.