Nueva York.- Hillary Clinton, la “Súper Estrella” de la política estadounidense, terminó su gestión ante el Departamento de Estado igual como terminan las películas del agente 007, James Bond. Hillary, como Bonds, sobrevivió múltiples desafíos, salió triunfante, dejando atrás múltiples explosiones y la destrucción total del mundo que existía al inicio de la película. Irak se desintegra, ya surgió un estado islámico, pronto los kurdos formarán su propio país. Siria lleva más de 160 mil muertos en una guerra sin final visible. Israel sigue masacrando civiles palestinos, quizá termine huyendo de su propia crueldad, como los ingleses en la India. En el centro de Europa, Ucrania se desangra en una guerra de exterminio y desintegración.
Estados Unidos cerró su embajada y huyó de Libia. Hillary no inició esto Toda esta pesadilla empezó dentro de la cabeza de un sujeto descabelladamente astuto, Paul Wolfowitz, un judío de ascendencia rusa nacido en Brooklyn, especialista en relaciones internacionales.
Siendo subsecretario de defensa de George W. Bush, Wolfowitz dijo que para evitar otro ataque como el del 9-11, debíamos cambiar el mapa del Medio Oriente.
Rediseñando el mapa, poniendo a todo el mundo a pelear contra todo el mundo, los mantendrá muy ocupados, y no tendrán tiempo de atacarnos. A Bush la idea le pareció súper estupenda, abriría nuevos mercados para la industria armamentista, y él controlaría el petróleo de Irak, ¿qué más puede pedir? Le pagó a Wolfowitz designándolo presidente del Banco Mundial. Bush consiguió todo lo que quería, venden muchísimas armas, controla el petróleo iraquí, todo el mundo guerrea contra todo el mundo y el mapa del Medio Oriente cambia.
No hay agua que apague este fuego. Hillary fracasó estrepitosamente, fue incapaz de cambiar el rumbo que Bush fijó, y aún así, quiere ser presidenta.