Lo de las denuncias sobre supuestas violaciones a los derechos humanos en perjuicio de personas de ascendencia haitiana en el país parece ser ya el cuento de nunca acabar. La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), un organismo de la Organización de Estados Americanos (OEA) luce ser el escenario más preciado para los que en base a ese tipo de denuncias se hacen elegibles para recibir y manejar fondos, no importa que una y mil veces tales reclamos choquen con la realidad. El gobierno dominicano no se detiene en invertir tiempo, personal y recursos financieros en mantener una plataforma que in situs es evidencia del trato que reciben en nuestro territorio los emigrantes no solo del vecino país sino de muchas otras naciones. Pero eso no lo observan los denunciantes de las supuestas violaciones a los derechos humanos ni los enviados de la CIDH, cuando ocasionalmente se ha dado el caso de que han venido al país dizque a comprobar la situación. La realidad es que en este caso alguien se está pasando de la raya, y no es precisamente ni el gobierno ni el pueblo dominicanos. Aquí se trata muy humanamente a los emigrantes; esa es la verdad, aunque haya –como siempre- una claque de resentidos que no quieren reconocerlo, y a veces hasta ignoran, o se hacen los ignorantes, que somos un país soberano. Tanto da la gota sobre la piedra hasta que hace el hoyo, dice el pueblo con su proverbial sabiduría. Somos muchos los que creemos que esto se está convirtiendo en el cuento de nunca acabar…
El informe
Ahora que los comisionados para estudiar todo lo acontecido en torno a la adjudicación del contrato para la construcción de la planta de Punta Catalina han rendido su informe y se están conociendo algunas aristas de su contenido, ya debemos irnos preparando para que los críticos de siempre empiecen a emitir sus doctas opiniones, sacándole punta al lápiz. Pero, así hemos sido, así somos y así seguiremos siendo. De eso que no quede ninguna duda…