Reproduzco y comparto las opiniones de mi colega y amigo Juan TH, extraídas de su artículo Degradación periodística. Lean ahí: “La proliferación de medios, sobre todo radio y televisión, para llenar sus espacios y hacer una programación, ha tenido que recurrir a elementos de muy bajo nivel profesional y cultural, lo cual ha degradado enormemente la comunicación social. (Muchos “comunicadores” no completaron el bachillerato). Las vulgaridades que a diario se escuchan en la radio y la televisión no tienen límites. Usted y sus hijos pueden escuchar en la mañana, tarde o noche, palabras obscenas que rara vez se escuchan en los sectores más atrasados y marginados del país. El que no dice una palabrota, el que no ofende o insulta, no está a la moda, no vende, no obtiene rating. La responsabilidad es de los dueños de los medios que permiten tales atrocidades, que parece no importarles la salud mental y cultural de la sociedad en la que viven. Lo peor, lo más preocupante, es que no existe ninguna autoridad capaz de ponerle freno a la vulgaridad y la obscenidad que sufren los oyentes y los televidentes. La libertad de expresión y difusión del pensamiento debe tener sus límites. Libertad es una cosa, libertinaje es otra. La sociedad debe ser protegida por las autoridades. Las frecuencias de radio y de televisión pertenecen al Estado. Los representantes del Estado tienen la obligación de usar la ley para impedir la obscenidad y la vulgaridad en los medios. No busco ponerle una mordaza a nadie, ni evitar que los ciudadanos se expresen libremente como lo consagra la Constitución, pero la sociedad tiene que ser protegida de los desaprensivos que usan los medios para defecarse en ellos. El que quiera ser obsceno, libertino, impúdico, incontinente verbal y sucio, desenfrenado, libidinoso, disoluto, crápula, perverso y crótalo, que lo sea en el patio, el excusado o la letrina de su casa, no en la radio y la televisión que escuchan y ven niños y niñas, adolescentes y adultos. Los medios están para educar, no para embrutecer”.