Es algo muy común entre los seres humanos confundir la lealtad con la fidelidad, lo cual tiene por consecuencia que se cometan muchos errores y en gran medida que se hagan interpretaciones y evaluaciones alejados de la realidad. Si no tenemos este concepto claro, los análisis son subjetivos, ocasionando decepciones y frustraciones donde no existe razón para éstas actitudes.
La lealtad es el resultado de una decisión basada en la razón, tomada por la mente, mientras que la fidelidad es una visión asumida desde el corazón, desde el ser y los sentimientos, en esto radica su diferencia, la cual responde a una actitud de fondo, lo cual trataré de explicar brevemente.
Cuando se asume cualquier proyecto de índole política, social, religioso, económico, familiar o personal, se considera que una persona es leal, cuando es capaz de mantener su integración a esa causa hasta que lo considere necesario y en una circunstancia determinada decida tomar por otro camino. En cambio el que se pasa la vida brincando de un sitio a otro, es catalogado de saltarín o desleal, ya que actúa motivado por los beneficios materiales del momento.
Una persona se le considera leal, cuando actúa por una causa, por un objetivo determinado, lo que podríamos considerar como un intercambio, yo te apoyo y te acompaño, pero en cambio espero ser correspondido al finalizar lo establecido. El leal no abandona ni traiciona, pero su participación busca resultados específicos materiales.
En gran medida cuando una persona mantiene y compromete su lealtad, pero los resultados no son los esperados, esa lealtad puede convertirse en una enemistad basada en el resentimiento, la cual puede convertirse en antagónica o simplemente en un resentimiento pasivo. El resentido puede convertirse en un enemigo abierto o puede decidir mantener el vínculo, esperando las cosas cambien, abrazándose a una esperanza que podría ocurrir en el futuro.
En cambio el fiel, el que actúa por fidelidad, lo hace con el corazón, se entrega a una causa o relación con el alma, asumiendo todas las consecuencias sin titubear, sean estás las esperadas o simplemente sean adversas. La persona fiel siempre está presente, asumiendo las decisiones aún no las comparta, pero su confianza está por encima de las escaramuzas de la vida.
Es posible que leales hayan muchos, pero por mi experiencia entiendo que fieles no son tantos, porque para tener esta cualidad humana, la fidelidad, hay que tener sobre todo un corazón noble, justo, desinteresado y agradecido, lo cual desgraciadamente es muy escaso en los seres humanos.
Siempre preferiré a un leal que a un traidor y desleal, porque por la naturaleza humana es normal que una persona se aferre a una causa buscando objetivos materiales, eso es la vida y está perfectamente permitido, siempre y cuando sean sinceros y francos al momento de decidir cambiar su lealtad.
De toda manera me inclino por la persona fiel, que se entrega con pasión, sentimientos y el corazón a cualquier causa o persona de manera desinteresada, aportando cuando tiene la oportunidad, pero nunca cuestionando cuando se toman las decisiones en momentos críticos y cruciales.
Por eso establezco que el leal actúa con la razón y el fiel con el corazón.