En horas de la mañana de este miércoles recibí la triste noticia de la muerte de mi querido amigo, primo y compueblano Diógenes Checo Alonzo, a quien además de los lazos familiares, me unía una férrea amistad, cultivada desde los días de la niñez en Río San Juan.
Diógenes fue el primero de ocho hijos que tuvo el matrimonio entre Faustino Checo y Digna Alonzo Balbuena, que comenzó con él y terminó con Persio.
Persona querida, admirada y respetada por todos sus compueblanos.
Nació Diógenes el 9 de octubre de 1940 en la primera vivienda que construyó su padre en Mata Puerco, frente a la entrada de una pequeña playa que llamábamos Zanja de Palma.
A raíz del maremoto que produjo el terremoto de 1946 se mudaron al Caletón, al frente de los Alonzo Acosta. Ya en 1949 se mudaron al pueblo, en la casa que habitaron en la calle Duarte y donde nacieron los últimos de la camada, Justa y Persio.
Terminó Diógenes sus estudios primarios en Río San Juan y de allí se trasladó a Santiago a continuar su bachillerato en el Liceo Ulises Francisco Espaillat, viviendo en ese tiempo en Los Pepines, en una pensión de un comisionista que visitaba Río San Juan de nombre Juan Guzmán. Allí compartió hospedaje con otros estudiantes riosanjuaneros como Diógenes y Romeo Balbuena.
Ya graduado de bachiller regresó a Río San Juan y consiguió trabajo como secretario del Juzgado de Paz, donde cultivó su vocación de ser abogado.
Después de corto tiempo en este empleo, se trasladó a Santo Domingo para iniciar en la Universidad Autónoma sus estudios de derecho, simultáneo con un trabajo como asistente y traductor de inglés en los Laboratorios Dr. Collado. Allí permaneció después de graduado, ya como asesor legar y traductor, ya que su dominio del inglés era perfecto.
Casó con Luisa Valera con quien procreó a Diógenes Alberto, fallecido hace ya unos años, y a Neil Checo Valera.
En la última década, después de un grave ataque cerebro-vascular, continuó el ejercicio de su profesión ya a medio tiempo y como profesor universitario, donde fue siempre elogiado por su facilidad para transmitir conocimientos y experiencias.
Siempre se mantuvo atento al desenvolvimiento social de su pueblo, y fue siempre abierto a transmitir las vivencias e historia de su querido Río San Juan.
Después de Sergio Martínez Rosario, fue el segundo estudiante universitario de Río San Juan y bujía inspiradora para los que éramos más jóvenes y teníamos tanto temor a comenzar una carrera universitaria, por lo difícil que se hacia para nuestros padres que no tenían la solvencia económica que se necesitaba.
Él lo hizo, trabajar y estudiar, y con él aprendimos que se podía.
Descase en paz querido primo, y que sean estas humildes palabras una bálsamo de consuelo para su esposa Luisa, su hijo Neil, nietos, hermanos y todo los que disfrutamos de su alegre compañía, amistad y solidaridad.