Conversaba la semana pasada con un humilde munícipe riosanjuanero, quien se lamentaba de las opciones electorales para asumir la Alcaldía de su pueblo. Entendía que con ninguno el municipio tiene esperanza de salir del atraso al que según él ha estado sometido.
Decía que ha sido un mal histórico y recordaba que hace unos años fue elegido un popular hombre del pueblo que luego se vio precisado a crear la figura de un asistente del alcalde, con un salario casi igual al suyo, porque el pobre no sabía ni siquiera realizar ajustes de caja chica.
Como él son muchos los riosanjuaneros que he visto quejarse en ese sentido, no solo de los aspirantes, sino también de los que están o han estado al frente del cabildo. Y lo hacen como si no tuvieran alternativas, como si fueran los partidos los únicos responsables de posicionar uno que otro aspirante.
Se olvidan que son precisamente ellos, el pueblo, quienes al final deciden quién o quiénes deben elegir para recibir la paga que erogan para que ese individuo administre sus recursos.
Con mucho pesar he visto en un sinnúmero de ocasiones, cómo nosotros como votantes nos hemos decido por una persona solo porque tiene una verborrea que nos atrapa entre sus redes demagógicas, o simplemente porque nos cae bien, ya sea por tener los recursos económicos para convencernos con sus dádivas, o por simple compañerismo partidario.
Obvian, y no por desconocimiento, que en la mayoría de los casos, quien utiliza muchas palabras lindas, y sobretodo acompañadas de un apretón de manos abultada con un efectivo para que nos inclinemos a su favor el día del escrutinio, es porque carece de la vocación, la capacidad técnica-laboral e intelectual para servir en beneficio del pueblo que lo eligió.
No es cierto que un alcalde puede ser eficiente si no tiene un buen nivel académico, y mucho menos si no conoce las necesidades de su pueblo y además tiene una trayectoria de ambición hacia el amase de recursos para provecho personal.
Que los partidos políticos nos ofrezcan un candidato de su conveniencia, es su derecho. Ahora, nosotros también tenemos los nuestros como pueblo, y si lo ejercemos como tal, de seguro que obtendremos lo que nos merecemos. Recuerden que en la política también existe la ley de la oferta y la demanda, y si tu exigencia está por encima de la oferta del momento, el sistema se verá obligado a suministrarte la herramienta acorde a ella.
Si actuamos de esa manera, nos convenceremos de que tenemos todos los recursos para rechazar las malas ofertas y obtener lo que más beneficie nuestro municipio.
Recuerda que el verdadero poder lo tienen los munícipes, no los partidos. Tú eliges.
Hasta la próxima entrega.