En conversación con un compañero de estudio, él me dice que ha descuidado su salud tanto física como espiritual, él justifica el hecho de que tenemos poco tiempo, pues la universidad, nuestra carrera absorbe el 95% del mismo obligándonos a ser seres antisociales en ocasiones; a lo que yo le respondí que debemos llevar una vida organizada o planificada y cuidar y mantener un equilibrio en nuestra salud ya que de ella va a depender nuestro rendimiento como estudiante y futuros profesionales, por consiguiente también soy de los que creo que aunque tengamos poco tiempo disponible si se puede tener una vida social.
Preocupado por la situación que embarga a mi compañero y quizás a muchas personas de ustedes querido lectores me he motivado para escribir lo siguiente:
Ahora bien, La buena salud tiene mucha importancia en la vida del hombre, porque facilita la eficacia en el trabajo, tanto manual, físico e intelectual.
El ser humano, de manera ordinaria, nace con todas las capacidades naturales para gozar de buena salud y puede decirse que la mayor parte de las deficiencias tienen su origen en la falta de conocimientos de los padres y las madres para cuidar a los niños, tanto en el periodo prenatal (antes de nacer) como postnatal (después de nacer a la vida).
La buena salud no tiene precio. Es un don incalculable que hay que apreciar debidamente y aprender a cuidar temprano. Cuando se educa debidamente al pueblo en esta materia, el resultado será un pueblo sano, fuerte y progresista.
Al hablar de la salud, tenemos que considerarla como algo total, que abarca al hombre o a la mujer de modo completo, es decir, que tenemos que considerar la salud del cuerpo y la salud del alma. La primera influye en la segunda y viceversa, o sea, influye cada una en la otra. Esto es así porque somos seres compuestos de esos dos principios, alma y cuerpo, unidos de una manera tan íntima que cuando se rompe esa unión, morimos. Los antiguos explicaban la importancia de la salud del cuerpo como base de la salud espiritual con este aforismo: “Una mente sana en un cuerpo sano”. La cultura griega proponía como un alto ideal el desarrollo físico de los jóvenes, por medio del atletismo, que los hacía capaces de aprender y vivir los principios enseñados por sus filósofos.
La salud del cuerpo supone en nosotros que demos la debida atención a algunos puntos claves: la alimentación, ejercicio corporal, descanso, aseo conveniente y privación de excesos que pueden dañarla.
Los métodos de alimentación deben ser sencillos y basados en alimentos de ser posibles naturales o con poca elaboración industrial. Deben de ser variados los alimentos, de manera que cada día tomemos una porción apreciable de los alimentos incluidos como básicos en los ocho grupos señalados ordinariamente por la ciencia elemental de la higiene de la alimentación. (Estos grupos pueden verse en cualquier texto elemental de la materia).
Los deportes bien dirigidos son fuente de vigor físico y mental y deben formar parte de los programas educativos populares. También los ejercicios gimnásticos son de gran provecho en cualquier edad, adaptados a nuestras posibilidades. El sueño, la vacación, la limpieza personal o aseo, especialmente de la dentadura, las manos y las uñas, los ojos y demás sentidos, con un baño diario por lo menos y la moderación en todo aquello que pueda incitar nuestras inclinaciones naturales, son partes importantes de un plan de vida conducente a una salud equilibrada.
La salud física o corporal se completa armónicamente con la salud del alma. Como elemento básico de esa armonía, debemos cuidar nuestro sistema nervioso y nuestro psiquismo, evitando todas aquellas excitaciones excesivas que puedan producir desequilibrios emocionales. Las lecturas muy excitantes, las imágenes pornográficas y las películas de temas escabrosos, lejos de satisfacer nuestras emociones, despierta los bajos apetitos de nuestra naturaleza, difíciles de controlar y al final producen insatisfacción y hastío.
Nada hay tan favorable a la buena salud como la paz del alma, producto de la buena conciencia y fruto de la observación de los preceptos de la ley del Señor muy sencillos y fáciles de cumplir. “El temor del Señor alarga la vida: más los años de los impíos serán acortados” (proverbios 10,27).
Es un deber individual cuidar nuestra salud y prepararnos para usar las cosas buenas de la naturaleza en la única forma conveniente a nuestra condición de seres racionales y usarlas sin dejarnos vencer o dañar por ellas. La salud del alma y del cuerpo constituye un todo en el complemento de lo que podemos definir como ser humano, una influye sobre la otra indiscutiblemente.
Para concluir este escrito, menciono que podemos salir a divertirnos, a bailar, unos cuantos tragos sociales, compartir con los amigos, todo esto de una forma sana y sin abusar de las cosas que el mundo nos ofrece; nuestro organismo necesita un respiro, un escape de la rutina diaria, un aire nuevo y distinto, para no dar espacio al estrés, al mal humor y al descuido de nuestra salud.
Finalizo con la siguiente frase como introducción a mi siguiente artículo.
“El poder de guardar silencio cuando no tenemos nada relevante que decir nos hace grandes seres humanos”
#ElPoderDelSilencio