El legado de Joaquín Balaguer fue la institucionalidad democrática, el de Antonio Guzmán las libertades públicas, Salvador Jorge Blanco erradicó el polio, Luis Abinader no deja nada.
Abinader tomó más dinero prestado que ningún otro presidente, ignoramos como los gasta. Del 2020-2024, Abinader tomó prestados para, “preparativos de emergencia” $2,500 millones de dólares. Vendió bonos por $1,500 millones y tomó $1,000 millones de organismos multilaterales.
Cuatro años y $150 mil millones de pesos después, vino la emergencia de la discoteca Jet Set, no teníamos equipo ni personal, solo temenos la deuda para pagar.
Con su muro fronterizo, Abinader transfiriere fondos del Estado a contratistas amigos suyos, sin frenar la migración indocumentada, eso parece lavado de activos.
En otra similar, Abinader transfiere millones de dólares a un resort para “entrenar policías”, mientras vivimos un estado de sitio, impuesto por la delincuencia generalizada.
La “reforma policial” no llega.
La delincuencia sigue siendo el principal problema en el país, a Abinader le quedan tres años y, si quisiera, ahí podría hacer algo realmente memorable.
Abinader no debe reinventar la rueda, copiando todo o parte de la fórmula del presidente Najib Bukele de El Salvador, Abinader retomaría su popularidad y mucho más.
La nación se lo agradecería infinitamente, y podría pasar a la historia como el presidente que le devolvió la paz y la tranquilidad a la familia dominicana.
Abinader también se ganaría el apoyo, el respeto y el favor del presidente estadounidense, Donald Trump.
Tenemos los recursos humanos, sin tomar préstamos, para lanzar una efectiva guerra contra la delincuencia, solo falta la voluntad política.
Cuando fracasó la invasion de Bahía de Cochinos, Cuba, en 1961, el presidente John F. Kennedy y su hermano Robert, el procurador general, cometieron un grave error.
Olvidaron sus vínculos con el crimen organizado, le declararon la Guerra a la mafia, los dos fueron asesinados.
Abinader sabrá por qué no enfrenta la delincuencia para ganarse el apoyo popular y el de Trump, dejándonos la seguridad pública como el gran de su gobierno.