La partida reciente de Ramón Mercado Paredes, un hombre que fue ampliamente reconocido como “El Ministro", dejó a nuestra comunidad sumida en una profunda nostalgia y reflexión. Su partida se ha sentido de manera significativa en nuestros corazones y en la historia de nuestro barrio.
Era víspera de las elecciones de 1978, una noche que se avecinaba, y teníamos la tarea de recorrer casa por casa en el naciente barrio Acapulco de Río San Juan, un sector construido sobre tierra pantanosa frente a la Playa de Los Barcos.
En ese momento, ambos éramos militantes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que respaldaba la candidatura presidencial de Don Antonio Guzmán.
Mi amigo Pedrito Melo y yo nos dirigimos a la residencia del activista comunitario Ramón Mercado Paredes, "El Ministro", un ferviente perredeísta.
El Ministro fue uno de los fundadores de este barrio y recordamos cómo construyó un ático en su casa para defenderse de las inundaciones que azotaban el sector. Allí lo encontramos, siempre cortés, y su humildad brillaba por encima de todo.
Después de recordar sus destacadas participaciones en los festivales de la voz del municipio, en los sobresalió declamando su propia poesía titulada "La Ilas", comenzamos a hablar de política.
Nos impresionó la forma en que identificó a cada habitante del sector y cómo conocía sus medios de sustento.
Cuando visitamos la primera vivienda, acompañados por El Ministro, el rostro de un hombre en particular quedó grabado en mi memoria. Nos miraba, pero su mirada parecía perdida, como si la vida lo hubiera castigado y la esperanza fuera una quimera en su existencia. El suelo húmedo, la lámpara humeante y su sencilla vivienda de yagua lo eran todo.
Pedrito Melo y yo nos quedamos en silencio, y en ese momento, El Ministro le dijo al hombre: "Señor, usted se gana la vida cortando palos, pero si Balaguer gana, es posible que no tenga la oportunidad de cortar ni un solo palito más".
Nos sorprendió escuchar esas palabras de El Ministro. A pesar de que éramos conscientes de que promover el corte de árboles favorecía la deforestación, decidimos callar en ese momento, ya que estábamos decididos a obtener su voto.
A lo largo de los años, hemos reflexionado sobre aquel incidente y nos hemos preguntado si realmente vale la pena conseguir un voto a cualquier precio. La verdad es que El Ministro nos dejó una lección que nunca olvidaremos.
Tambien del menos sabio se aprende…
Gracias Dr por compartir la historia de nuestro pontoresco "MINISTRO"… Saludos a su Adorable Esposa.