Ante la proximidad de la celebración del 50 aniversario de elevación a municipio en enero de 1959 de la comunidad de Río San Juan, Costaverdedr hará una recopilación de la historia de este pujante pueblo, sus fundadores, sus avances y sus anecdotas más pintorezcas del nacimiento hace casi 100 años de esta región perteneciente a la provincia María Trinidad Sánchez.
Con el aporte de todos nuestros lectores trataremos de acumular historias suficientes como para sobrepasar los más de 400 días que anteceden a enero del 2009, fecha de observación de este 50 aniversario. He aquí uno de los primeros aportes.
El Río San Juan de ayer
Por la profesora Luz Perozo de Suriel
A veces me pregunto, ¿Qué ha pasado en nuestro pueblo? Empezó con tanto empuje y se ha quedado pasivo.
Haciendo un recuento a manera de ver las cosas, desde que estaba muy niña, donde todavía se caminaba a caballo por la playa abajo, cruzando la boca del río como muchos conocemos, en una barca de madera, nos trasladábamos a otros pueblos.
Recuerdo que sólo había un Jeep del señor Florito Acosta. Pero qué emocionante fue para el pueblo cuando llegó ese vehículo. Me contaron mis hermanos que llegó poco antes de yo nacer.
El pueblo seguía haciendo sus diligencias y su comercio a caballo. Se trasladaban a Nagua, San Francisco de Macorís, Santiago y generalmente a Puerto Plata, de donde eran muchos habitantes de nuestro pueblo, que llegaron con muchas metas, unos se dedicaron al comercio, otros a la medicina, carpintería, zapatería, navegación, la pesca y hasta los pocos empleos públicos que habían, los ocupaban personas que habían llegado de otros pueblos.
Recordemos a Panchito Papaterra, hombre de negocio y con mira futurista, se estableció en la playa; porque para conocimiento de todos, el primer Río San Juan, me cuenta mi madre, fue ahí, o sea en la playa prieta, y le llamaban La Boca.
Cosa que hace recuento en una de sus décimas Juan Antonio Alís, cuando a Nagua también se le llamaba Matanza. El dice algo así: "Salí de mi casa un día, en busca de mi mujer, a quien pudiera querer, como se quiere alma mía…" Y añade el decimero,…"Salí de la capital"… Y así menciona algunos pueblos que no recuerdo, y continúa…"Llegue desde Matanza a La Boca"…
Pero en ese pueblo "La Boca" había gallera, pulpería, escuela… Y allí vivían personas ilustres nuestras, como Don Nicanor y Ana Estévez, abuelos de la profesora Austria Estévez. También vivía ahí el señor Desiderio Acosta, padre de Florito. Y muchas personas más.
Para que tengamos idea de lo que estoy contando, Don Panchito, como todos le decían, montó una fabrica de hielo y despulpadora de arroz, que recuerdo, ahí venían barcos grandes llamados "patanas" a un pequeño muelle o atracadero y se llevaban la mercancía a otros lugares.
Este era un señor muy emprendedor, no sólo dio apoyo a lo económico, también a lo religioso. Su esposa Doña Antonia, fue quien luchó junto a Doña Gloria Bisonó, Doña Juana, esposa de Millo Fernández y muchas damas más, al crecimiento de la iglesia católica en nuestro pueblo. El cuadro de la Virgen de la Altagracia que hay en nuestra iglesia, fue pintado por Doña Antonia.
Desde nuestros inicios, teníamos teatro, almacenes de exportación de frutos, gasolinera, farmacia… etc. Casi todo eso se desenvolvía en la calle Sánchez, antigua Generalísimo Trujillo. El teatro Thelma, que funcionó hasta hace poco, estaba ubicado un poco más abajo, más cerca de la Laguna, frente al antiguo Framboyán, árbol legendario de nuestro querido pueblito.
Todo esto, como teatro, almacén y gasolinera, fue obra de Don Ángel Guzmán, otro personaje nuestro a quien le debemos el adelanto en nuestro pueblo. No teníamos que envidiarles a otros pueblos con relación a comercio. Daba gusto ir a ese almacén de Don Ángel, donde trabajaban más de 20 empleados. Ahí compraba casi todo el pueblo, al por mayor se surtían todos los campos y algunos pueblos, como Cabrera y Gaspar Hernández.
En ese negocio se vendía de todo, desde comida, bebida, ropa, zapatos, hasta repuestos. Pero no sólo eso, en Navidad, qué alegría para todos los niños, ahí vendían todas clases de juegos, arbolitos, aguirnaldas navideñas, frutas, pitos, maracas, hasta ponían un hermoso nacimiento.
Las que hacían su agosto eran las señoras Margosita y Nina, que vendían comida al lado de un árbol grande de Gri-Grí frente a la tienda; eso estaba ahí donde está ahora el restaurant El Corral del Pollo. Todo el que venía a comprar y a vender sus frutos amarraban sus caballos ahí y comían donde esas señoras.
Otra tienda era La Vencedora, de Don Pedro Melo y Doña Alba, que también vendían de todo. En Arrollo Grande teníamos La Manicera, con su administrador Emiliano González.
Cuento esto para que nos hagamos idea de cómo empezó nuestro pueblo, a como es hoy de pasivo, no sé si el factor suerte no nos acompaña, a si es que somos muy lentos o que necesitamos personas de empuje para avanzar.
A mi manera de ver las cosas, estamos muy rezagados. Nos falta mucho para avanzar en el turismo. Espero que pronto alguien haga algo por nuestro pueblo.