Con el paso del tiempo, el sufragio o derecho al voto, ha pasado por varias etapas restrictivas hasta ser un derecho que pueden ejercer todos los ciudadanos sin condición alguna.
El primer sufragio que se conoció fue el ‘censitario’, donde solo aquellos hombres de “cierta condición social”, podían ejercerlo. Luego pasó a ser ‘masculino’, que a su vez fue reconocido por las constituciones como “universal”, y en el cual todos los hombres que supieran leer y escribir, tendrían derecho a este.
En 1948 las Naciones Unidas, junto con la Declaración de los de los Derechos Humanos, aprueban el ‘sufragio femenino’ o derecho al voto de la mujer como derecho humano universal. ¡Por fin! y luego de cien largos años de lucha, las mujeres acudirían a las urnas y serían parte de la toma de decisiones de un país.
Y por último, se reconoció el sufragio ‘verdaderamente universal’, que no es más que el derecho al voto de toda la población adulta de un estado sin excluir a los ciudadanos por condiciones como: sexo, situación social o su procedencia, entre otras. Es el sufragio o derecho al voto que hoy en día todos conocemos y que, libre y democráticamente podemos ejercer.
En palabras llanas, el “voto” como tal en un principio fue un lujo, una condición que solo los hombres podían realizar. Luego, pasó a ser una lucha y un logro para la mujer. Y por años ha sido un arma muy poderosa para todo un pueblo, la cual debe ser bien utilizada, siempre mirando por su bienestar y por ello no se puede elegir a cualquiera.
“Votar” no es cualquier cosa, no se da todos los días. Deben pasar 4 años para que se dé esta importante oportunidad donde el pueblo elige a quienes dirigirán las riendas del país.
Hay que mirar el voto como una gran oportunidad para castigar a quienes han obrado mal, continuar con quién lo ha hecho bien, o bien para elegir nuevos representantes. Un ciudadano que ejerce el derecho al voto es alguien comprometido con su país y el futuro, es un ciudadano admirable y responsable y respetable.