El método D’Hondt, surgió con la finalidad de garantizar la participación de las minorías, tanto en el Congreso, como en los Ayuntamientos. Basándose éste sistema en una ecuación, mediante la cual, cuando asignas una candidatura al Partido que haya sacado la mayor cantidad de votos, divides por dos, luego por tres, y así sucesivamente, ofreciendo la oportunidad de que todos los partidos queden debidamente representados en la boleta electoral.
Hasta cierto punto este sistema logró su objetivo, ya que su aplicación por lo general se limitaba a los partidos mayoritarios, aunque ofrecía la oportunidad de que con la inclusión de candidatos de partidos minoritarios aliados en posiciones ganadoras, estos pudiesen salir airosos, como diputados o regidores.
En el 2001 la Junta Central Electoral emitió la resolución, 5/ 2001, para ser aplicada en las elecciones del 2002, para el nivel congresual, lo que fue llamado, "voto preferencial ", resolución que luego fue derogada por el Congreso, con la ley 157-13.
Aunque desde un principio ésta modalidad del voto preferencial, fue vendida como más democrática y de mayor garantía para la participación de las minorías, en la práctica ha sido todo lo contrario. Ya que lo único que ha aportado ese sistema de elección, es mayor clientelismo, elevar las confrontaciones entre miembros de la misma organización, bajar el nivel en todos los ámbitos del congresista y sobre todo una menor participación de los partidos minoritarios en ese poder del Estado.
La primera falla de esta modalidad, es que no es un real voto preferencial, por la sencilla razón, de que la elección no es el resultado del voto directo al candidato, sino el resultado del voto al partido. Esta distorsión en ese esquema de elección, puede implicar, de los cuales hay miles de ejemplos, de que un candidato con una mayor cantidad de sufragios, no sea electo, porque otro con menor cantidad ha sido arrastrado por el partido.
Para en verdad para ser un voto preferencial, deberían ser electos los candidatos más votados, al igual que el voto debería ser directo al Senador y no depender de los votos de los diputados y los votos directos al partido. Preferencial viene de preferir, lo cual es vulnerado al ciudadano, cuando sus sufragios mayoritarios no implican una elección directa, sino que dependen del voto indirecto al partido.
Tanto la JCE como los congresistas cometieron un grave error, al querer mezclar el voto preferencial con el método D’Hondt, ya que ambos son contradictorios y no pueden coexistir juntos, ya que de hacerlo violentan los derechos de los votantes, como se ha venido haciendo desde el 2002.
Pretender ahora aplicar esa modalidad contradictoria a los regidores, podría conllevar a una maraña de dificultades, provocando el aborto de esa elección municipal. Todos hemos sido testigo, del nivel de confrontación de ese voto preferencial entre los aspirantes a diputados de un mismo partido, y sobre todo de como esos procesos son manipulados, obviando los resultados reales, para resolverse con el cabildeo en las esferas de la JCE.
Si eso es a nivel de los diputados, que son muy minoritarios en relación a los regidores, imaginémonos el desastre en ese estamento, sin delegados ni representantes particulares. Por suerte todavía tenemos tiempo de recapacitar, para evitar consecuencias de la cual todos tengamos luego que lamentarnos, por no actuar cuando las circunstancias no lo permitían.
Si a éste panorama, le sumamos las dificultades que agrega la nueva ley de partidos al sistema del voto preferencial, por el asunto de los plazos y el 20% para las alianzas y reservas, llegaríamos a la inmediata conclusión, de que tenemos que volver al sistema de listas cerradas con el método D’Hondt. El cual garantiza una mayor participación de las minorías y nos evita una complicación electoral, que no le conviene al sistema de partido, ni a la sociedad.
Se podría alegar que las listas cerradas son antidemocráticas, porque le otorga el poder a las instancias superiores de los partidos, al orden de las boletas, lo cual no responde a la verdad, ya que con la nueva ley de partidos, el voto preferencial no es necesario, porque la colocación en la boleta dependerá del lugar que cada quien quedé en las primarias internas. Sólo sería una prerrogativa de las cúpulas, el orden en que colocan las reservas y las alianzas, por el 20% que por ley le corresponde.
Vamos a poner un simple ejemplo, al concertar una alianza con un partido minoritario y a ese partido le otorguen una regiduría, en realidad no le estarían dando nada, porque tendría que ir a competir con el voto preferencial en igualdad de condiciones, con los candidatos del partido mayoritario. En cambio si es con lista cerrada se le podría garantizar una posición ganable.
Finalmente quiero expresar que si queremos respetar la Constitución, que establece la participación de las minorías, es obligatoria revisar el sistema actual, para pasar a otro diferente, como lo es el de las listas cerradas con el método D’Hondt.