Mi amigo del alma, de siempre, amigo de la familia, Elido Pérez Rosario (Elidito) se aguantó, de manera estoica, por años. Soportó derrotas inesperadas y amargas, y humillaciones desgarradoras. "Pero no me rendí, Luis. Ni vendí mi honor ni mi honra, ni la de mi familia".
Me lo contaba aquí, en mi casa, tomándose un café, en medio de la campaña para las elecciones municipales este año. Hacía frío en Nueva York, y el domingo siguiente tenía una actividad con amigos de su pueblo, y seguidores de su proyecto y aspiraciones para la alcaldía de la ciudad de Salcedo, en la provincia Hermanas Mirabal.
Hacía años, cuando fue alcalde, en ese tiempo de Salcedo, me había visitado, y aquella vez, pudiendo haberse alojado en un hotel en Manhattan, usando el dinero de los contribuyentes, quiso dormir en una humilde camita sándwich, en mi apartamento. Nunca se me olvida. Hace años de eso. Después, en ese tiempo, no pudo ser síndico de nuevo y perdimos el contacto. Eso sí, sé, que en esos años siguió firme en su militancia en el PRD, y luego de que se esciende el partido del jacho prendío, por convicciones propias, se va con el Partido Revolucionario Moderno y Luis Abinader.
Ahora, sentado en el comedor de mi apartamento en El Bronx, en un viaje corto a Nueva York, mi amigo, mi hermano Elido me cuenta todo lo que hubo de pasar para mantener su honra limpia.
"Luis, no fue fácil para mí. Con una familia de tres hijos y mi esposa, las oportunidades se me escaseaban, pero tenía que seguir hacia adelante", me cuenta.
Elido, con un verbo elocuente y un uso correcto de las palabras, sorbe un trago de café y me pone la mano en el hombro: "Luis, oye bien, yo no me vendo por nadie", me dice.
No ganó las elecciones recientes a la alcaldía, pero, tras aceptar la derrota, entendió las decisiones de su partido, y trabajó duro, sin descanso, para la victoria de Luis Abinader el pasado 5 de julio, y también, la del candidato a senador, Bauta Rojas, llevado por la Fuerza del Pueblo, y que ganó con 21 mil votos que le sumó la militancia del PRM en la provincia.
Abuelo ahora, con canas en su pelo, orgulloso padre, extraordinario esposo, un salcedense de corazón y hasta la muerte, Elido, Elidito, de Palmar, esta vez por teléfono, me habla de la alegría del triunfo, y la satisfacción del deber cumplido. Lo que pase de ahora en adelante, "que sea para el bien del país y nuestra gente. Yo hice lo que tenía que hacer. Con amor, con sacrificios, pero creo que valió la pena".