Nueva York.- Más que una fiesta aniversario, el evento celebrado por la Hermandad Riosanjuanense Internacional fue todo un encuentro de generaciones.
Desde las 9 de la noche del sábado hasta las 4 de la madrugada del domingo, los viejos robles y la nueva generación de riosanjuanses diseminados en todos los Estados Unidos se entrelazaron en una chercha en el Restaurante Rageely Sport Bar en Alto Manhattan, en donde la música y el licor fueron los cómplices de la confraternidad.
Obviando las gélidas temperaturas de esa noche, más de 60 hijos de la Laguna Gri-Grí abarrotaron el local para entre anécdotas y sorpresas expresarse mutuamente lazos de afectos y cariño.
Entre los miembros de la nueva generación se pudo notar la presencia de Arnaldo y Arturo Rivera, Henry Muñiz, Merlín Díaz, Yohanna Martínez, Arnaldo Frómeta, Gustavo Balbuena, entre otros, quienes conminados por viejos zorros como Antonio-Toñito-Díaz, Nelson Candelario, Markis Díaz, Víctor Manuel Sánchez-Taney-, Víctor Reyes, Sonet Pérez, y Félix Ramírez disfrutaron de la música típica de Nelson Ramírez y orquesta.
La presencia de Toñito Díaz, serenatero de antaño, fue la gran sorpresa de la noche, quien con apenas días que llegó a los Estado Unidos, dijo que de ninguna manera dejaba de acudir al encuentro, y vaya si valió la pena, que en medio de la celebración gritó a todo pulmón, “me siento como en Río San Juan”.
Un gran número de los asistentes se agruparon a su alrededor para recordar aquellos años de serenatas, que unido a la difusión de la canción-himno “Río San Juan” interpretada por el popular Arismendy Paca, transportaron a más de uno a aquellos momentos vividos en su pueblo natal.
No hubo lágrimas pero sí nostalgia a medida que fluian las anécdotas de unos y de otros, que sólo era interrumpida en momento en que alguien salía a la pista y no era reconocido por alguno, provocando la pregunta obligada: ¿Y aquel jovencito que está bailando, de quien es hijo? De Miguel el Haitiano, respondió uno. ¿Y aquel?, surgió otro. De Markis Díaz, le respondieron.
Tal fue la emoción que terminado el encuentro en el restaurante, muchos decidieron continuar y se dirigieron a la casa de Mechi Quezada donde esperaron la salida del sol entre cervezas, chistes, guitarra.y un sancocho de pata de vaca.
Algunos se rindieron a las 8 de la mañana, pero otros, por ser domingo vispera de Navidad, optaron por no parar la fiesta y continuar a ritmo de “Hay que juma que tengo y tengo, hay que juma que tengo” y “Pásame la botellaaaaaa”, echando de menos la delegación de Boston, a quien las condiciones del tiempo no les permitió hacer el viaje.