Río San Juan, hoy municipio de la provincia María Trinidad Sánchez, fue hasta 1959 distrito municipal de la común de Cabrera, perteneciente a la provincia de Samaná.
Antes de 1944, cuando fue creado como Distrito Municipal, era una sección de la común de Cabrera, que junto a Matanza pertenecían a la provincia Duarte, con cabecera de provincia en San Francisco de Macorís.
Hacemos esta aclaración histórica porque en un artículo anterior se interpretó que Río San Juan era parte de la provincia de Samaná, cuando nos referíamos al año 1944.
Los primeros asentamientos en lo que hoy es Río San Juan comienzan entre los años 1913 y 1914, con algunas viviendas que se edificaron cerca de la desembocadura del río San Juan, denominada en ese entonces como La Boca.
Aquellos primeros pobladores vivían de la agricultura, la pesca y la ganadería en una pequeña escala. Pero el verdadero despegue económico se inicia en los primeros años de la década de 1930, específicamente en 1932 con el corte intensivo de maderas preciosas para exportación y árboles de madera blanda como la Javilla y el Juan Primero, para la fabricación de fósforos por parte de la Fabrica Nacional de Fosforo de Puerto Plata, propiedad de José del Carmen Ariza.
El corte de madera preciosa era propiedad de los hermanos Castain, también de Puerto Plata.
Esta madera era cortada y lanzada al río, cuyas corrientes las traían a la desembocadura, donde era recogida en botes y transportada en lanchones con remolcadores hasta Puerto Plata.
Este movimiento económico indujo a Desiderio Acosta, nativo de Abreu, a adquirir terrenos en la playa, desde la desembocadura del río hasta el final de la playa, donde hoy está el muro de contención, frente al barrio de Acapulco.
En estos terrenos construyó Desiderio su casa de familia y anexó una gran tienda que vendía alimentos, utensilios de labranza, artículos para la pesca y hasta medicina de la lista B.
En ese entonces los lugares más poblados de la zona eran Abreu, perteneciente a Cabrera, y Magante, que es en ese entonces también pertenecía a Cabrera.
Con los habitantes de Abreu, Magante y los inmigrantes desde Puerto Plata, la población de La Boca se fue incrementando, dando lugar a que se construyeran nuevas viviendas en la llamada “Parte Seca”, que es donde hoy está ubicado el pueblo.
Entre 1932 y 1935 llegaron a Río San Juan muchos puertoplateños, siendo de los primeros Don Herminio Capestani y Juan Moliné, comerciantes con mucha experiencia en la compra de frutos y comercio en general.
En esta época contrajeron matrimonio Generoso Alvarado y Juana Adames Balbuena. Generoso era hijo de Simón Alvarado y de Emilia Alonzo (Milla), y Juana hija de Lorenzo Adames (Dodo) y María Inocencia Balbuena (Chacha).
Como dote, Lorenzo Adames regaló a la pareja la parcela #89, que se extendía desde la Laguna Gri-Grí por el norte, y llegaba hasta Arroyo Grande por el sur.
En esta área está más del 50% de los terrenos que hoy ocupa Río San Juan. Allí construyó Generoso su casa, que vino a ser la primera vivienda del municipio. Allí nació su hija Lilia, primera nacida en Río San Juan, y después de ella sus otros hermanos.
Generoso Alvarado se asoció con Herminio Capestani y Juan Moliné para establecer un comercio de alimentos, tejidos y compra de frutas, que luego pasó al yerno de Capestani, el señor Ángel Guzmán Carretero.
En esta época se inició el desarrollo económico urbano de Río San Juan, y con ella los nacimientos y el aumento de la población.
Las parteras y comadronas
En el tiempo en el que el poblado estaba en la playa, el oficio de partera o comadrona era desempeñado por la señora Wenceslá Castillo- Mencha-, que hacía su trabajo con mucha dedicación y que además ayudó a traer al mundo a muchos de los que hoy son abuelos.
Mencha, ya retirada de su oficio, vivió sus últimos años en la corta calle que comienza en la Casona y termina frente a Juliana García (Juliana Caletón).
Al aumentar la población y el territorio, comenzaron su oficio de parteras las personas de que hablaremos a continuación:
– María Mañón de Caraballo
Podemos decir que fue la primera partera de Río San Juan, ya extendido hacia la parte Este, que los habitantes dieron por llamar “Lo seco”.
Doña María vivió inicialmente al frente de Luis Fuente, donde luego vivió el doctor Epaminondas Toribio, hoy está la Junta Municipal Electoral.
Tuvo doña María una larga familia de 11 hijos, contándose entre ellos al mayor Juan y el menor Raymundo Caraballo (Mundito). Crió también a su nieto Alejandro, hijo de Sara, su hija.
De Doña María se cuenta que era dulce y cariñosa, pero recta en los mandatos pertinentes. Hacía su trabajo fumando su inseparable cigarro, desde el inicio hasta el final del parto.
Dejó su oficio por lo avanzado de su edad y se mudó a una pequeña finca de su propiedad cerca de El Cruce de Bejuco Alambre; que luego vendió a Emiliano González, para mudarse de nuevo en Río San Juan. La recuerdo en sus últimos años viviendo en la casa donde hoy vive Máxima Polanco y sus hijos, frente a Miguel Benavides.
– Leonor Estévez
Nativa de Puerto Plata, llegó a Río San Juan desde los primeros años del poblado, cuando aún tenía el nombre de La Boca. Vino formando parte de una oleada de puertoplateños que llegó cuando el empuje económico del pueblo, en compañía de su hijo Nicanor Estévez, su cuñado Ángel Rojas y su hermana Carmen Estévez de Rojas.
Su hijo Nicanor fue tesorero municipal por muchos años.
El oficio de partera la practicó viviendo en la casa que habitó hasta su muerte, en al calle Duarte, justo donde estaba la residencia y comercio de Juanito Suero.
Doña Leonor Estévez fue siempre valorada por su experiencia y habilidades como comadrona, con gran desempeño en los partos distócicos (parto de nalga o de pies).
Estuvo siempre dispuesta a salir del pueblo a solucionar problemas de parto que se presentaban en otros lugares. Por eso hoy hablamos con contemporáneos que dicen “Yo nací en Mata Puercos, o en Los Cacaos con doña Leonor”. Es decir, fue una partera con servicio a domicilio.
Fue partera respetada y querida por adultos y niños, quienes veían en esta mujer un ejemplo de modestia y cariño hacia el prójimo.
Tuvo a su hijo Nicanor, pero se ocupó también de la crianza de su nieto Manuel Estévez Suero (Yuyo) y de su biznieto Manuel Emilio Estévez Caraballo (Papi). Una persona siempre presente en su hogar, desde su juventud a vida adulta, fue su sobrino Hilario Rojas Estévez (Sisa), hijo de su hermana Carmen Estévez de Rojas.
-Carmen Ulloa (Doña Carmita), y para sus nietos –Macán-
Nativa del Aguacate, sección entre Loma de Cabrera y Santiago Rodríguez.
Llegó a Río San Juan acompañando a su hijo Julio Cepeda, a quien procreó con el señor Mateo Cepeda.
Julio llegó a Río San Juan donde fue nombrado como Agente de Correo; y casó con Rosalina Méndez Balbuena, hija de Carolina Balbuena (Caró).
Doña Carmita desde su arribo al poblado comenzó a ejercer sus dos oficios, de partera y de costurera.
El oficio de partera lo aprendió en Santiago donde trabajó por muchos años como enfermera en sala de partos del antiguo hospital San Rafael, precursor del hoy hospital Cabral y Báez.
Esta experiencia le sirvió de mucho ejercicio como partera, porque trabajaba apegada a los conceptos básicos de antisepsia.
Se dio a querer con los habitantes del pueblo y tenía como costumbre vigilar el curso de los embarazos que atendía, recomendarle o prohibirle determinados alimentos o medicamentos, lo que hoy conocemos como atención prenatal.
Al morir de parto (placenta previa) la esposa de Juan De Salas, adoptó una de las huérfanas más pequeñas de nombre Rosa De Salas; quien casó luego con Berto Duval, quien cuidó y trató a doña Carmita como a una madre.
-Albertina Alvarado Alonzo –Tingo-
Hija de Simón Alvarado y Emilia Alonzo. Hermana de Generoso. Casó con el puertorriqueño José M. Viera (Don Pepe) en el 1943. No tuvo hijos, pero crió a su sobrina Aminta, hija de su hermana María y a Alida Peña, hija de Aminta.
Vivió en la hoy calle Sánchez en una casa situada entre Mino Alonzo y Urbano Ferreiras, justo al frente de doña Fidelia Cedeño de Prats.
Ejerció su oficio de partera entre los años 1940 y 1950, simultáneo con su trabajo de costurera.
Trabajó siempre de una manera desinteresada y atendía mayormente los partos de sus parientes. Quien estas líneas escribe vino al mundo con la ayuda de doña Tingo, quien asistió a mi madre Margarita que era su prima y vecina, en su sexto parto a mediados de 1945.
Sus últimos años en Río San Juan los pasó viviendo en una pequeña casa construida en terrenos propiedad de su hermano Generoso, en la autopista a Gaspar Hernández, al frente de la estación de gasolina Isla. Murió en Santo Domingo, siempre querida y protegida por sus nietas Álida Peña y Yolanda Amarante de Almánzar.
-Mercedes Catalina Castellano Merán –Doña Chea-
Nativa de San Francisco de Macorís, pero residente por muchos años en Hato Mayor y en Santiago. Llegó a Río San Juan en 1947 acompañando a su hijo, el Dr. José Marmolejo Castellano, quien había sido nombrado como Médico Sanitario en pasantía en ese distrito municipal, y donde encontró la muerte de una manera trágica.
Desde antes de la muerte de su hijo, Doña Chea instaló una farmacia en la calle Sánchez esquina 27 de Febrero, frente a la casa de Sinencio Alonzo, y donde luego viviera el doctor Rafael Bencosme Rivas y lateral a la casa de los Perozo Alonzo.
Esta farmacia se mantuvo abierta al público varios años y creo que fue la primera farmacia establecida en Río San Juan, muchos antes de la del Dr. Bisonó.
Junto a su trabajo en la farmacia, desempeñaba el oficio de partera con esmero e higiene, por tener experiencia en el área de enfermería.
En ese entonces era costumbre que la placenta se tirara en los retretes, pero doña Chea exigía o ponía como condición que esta fuera enterrada en un hoyo que se hacía en el patio o debajo del piso, si la casa estaba levantada sobre pilotillos.
Siendo muy niño fui testigo de esta situación al nacer Luz, la menor de mis hermanas, que vino al mundo asistida por Doña Chea en el año 1950.
Con la llegada de los primeros médicos graduados estas parteras continuaron con su trabajo habitual, porque estos médicos en pasantía, muy jóvenes y con poca experiencia, se mantuvieron al margen en la práctica de la obstetricia.
El doctor Pedro Jorge Blanco hizo durante su estancia en Río San Juan varios partos, pero casi siempre a parturientas de su entorno y amistad. Él no se sintió atraído por los partos, como lo fue con la pediatría y con las enfermedades infecciosas, donde se destacó mayormente en su lucha contra el paludismo.
Con la llegada del doctor Domingo González en 1957 comienza realmente el ejercicio de la obstetricia practicada por un médico a tiempo completo.
El Dr. González, persona afable, honesta y de hablar y actuar pausado, se echó sobre sus hombros prácticamente todos los partos que se presentaban en la comunidad, siempre asistido por su esposa, la dulce y bondadosa Doña Ambrosia Lespín de González –Doña Chicha-.
Toda esa generación que hoy ronda los 60 años de edad, nació en Río San Juan con la asistencia capaz y desinteresada del Dr. González.
Hoy como continuación a la labor y legado de su padre, uno de sus hijos, el doctor José Francisco González Lespín –Fico- es gineco-obstetra y su hermana María Cristina es pediatra.