Cuando, ya con tres cuartos de siglo, vas por las calles recordando uno o más episodios
trascedente de tu vida; reviviendo tus juveniles hazañas urbanas que aturdían a los policías;
rememorando impulsos guerrilleros e inútiles clandestinidades; repitiendo las consignas
militantes que envolvían tus sueños más trascendentes; cantando canciones revolucionarias
procedentes de lejanas gestas; piropeando a las chicas más hermosas, que te regalaban una
sonrisa…(Perdón….¡Cómo han cambiado las cosas! Pues hoy, cuando piropeas a alguna
mujer la respuesta te trae a la realidad sin ninguna sonrisa: “¡Mire, maldito viejo, no sea
fresco!”).
