En la actualidad uno de los grandes errores de la sociedad es la concepción equívoca que se tiene de la administración del tiempo, la cual está diseñada en hacer creer a quienes la apoyan que cuanto más tiempo le dediques a una tarea, mejor será ejecutada y su resultado será altamente sobresaliente.
Sin embargo, este pensamiento en la mayoría de los casos es completamente desacertado. Ya sea en el ámbito laboral o en el académico, los seres humanos tenemos el hábito de posponer nuestras responsabilidades hasta un punto en el que nos puede resultar perjudicial. El término o verbo “postergar” hace referencia a hacer sufrir un atraso, de manera consciente, en nuestras obligaciones dándole prioridad a otra actividad, la cual en la mayoría de los casos no tiene una repercusión positiva en nuestras vidas.
Cyril Northcote Parkinson en el año 1957 creó el concepto de “Ley de Parkinson” cuyo significado se puede resumir en una frase, “El trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine”. En otras palabras, el tiempo que tiene una persona para ejecutar una actividad establecida es proporcional al tiempo que tarda en llevarla a cabo, haciendo que mientras mayor sea el tiempo, menor sea el esfuerzo y la motivación de la persona por ejecutar dicha tarea.
Pero, ¿a qué se debe ésta ley? Las personas que postergan sus actividades ocupan gran parte de su tiempo en mentalizar o pensar en las tareas que deben ejecutar sin llegar a realizarlas.
De hecho, podría decirse que en muchas ocasiones se emplea mucho más tiempo pensando en cuándo realizarla y en cómo hacerlo que ejecutando la tarea como tal. En el mismo orden de idea, puede decirse que cuanto más se prolongue en el tiempo una tarea, existe una probabilidad, proporcional con el tiempo de prolongación, de que el trabajo a realizar aumente en su complejidad.
Incluso, en muchas ocasiones la persona que tiene el hábito de postergar comienza a implicar a terceras personas, haciendo que la tarea que desde un principio debía ser individual se comparta, lo que hará que quien pospone sus compromisos acarree con una serie de consecuencias no previstas.
Adicionalmente, se tiene que para poder suprimir el hábito de postergar todo, lo primero que se debe hacer es replantearse los tiempos de asignación para cada tarea. Para ejemplificar lo dicho anteriormente, se puede decir que un gran porcentaje de personas realizan sus asignaciones laborales tiempo antes de culminar su jornada laboral, e incluso en el ámbito escolar los alumnos culminan sus proyectos a altas horas de la noche del día anterior a su entrega o realizan las asignaciones minutos antes de que empiece la clase.
Para dar por concluido se puede decir que además del factor tiempo-esfuerzo está implícito el factor “preocupación”, debido al gran trabajo mental que se requiere para pensar en las labores pendientes. Es por ello que cuanto más se acorte los tiempos para realizar una tarea, menor será la angustia.
Una vez internalizado lo mencionado anteriormente se comenzará a aplicar en cada una de las tareas cotidianas que se realicen, incrementando la eficiencia en cada una de ellas.